domingo, 7 de agosto de 2016

Para que no haya malos entendidos


Cuando se ha transitado cerca de medio siglo dentro de un movimiento cooperativo inspirado en claros principios institucionales, se han visto y escuchado tantas cosas, que memoria de por medio, nos habilita para elaborar opiniones sobre temas que el imaginario colectivo honesto y sincero del integrante común del movimiento cooperativo, debe discernir donde empieza y termina el acto solidario de la cooperación.
Jamás en su larga trayectoria de casi dos siglos el cooperativismo  admitió  las medias tintas, por eso estableció sus códigos funcionales a través de la elaboración de sus principios, que con ajustes en el tiempo para mejorarlos aun siguen vigentes.
Sabedores por experiencia que nada es eterno, que el mundo en su avance cambia modelos de vivencia y convivencias, posiblemente en alguna instancia precisa tendrá que modificar o cambiar  cosas para ajustar su funcionamiento a las necesidades humanas de ese nuevo mundo, pero nunca dejará de establecer principios claros sobre su visión y misión que no serán otras que mejorar la situación de vida de quienes se cobijen en el.
Pero lo que se vive actualmente es la realidad existente de un movimiento que aglomera en argentina más de 10 millones de adeptos y eso es bueno; debemos tenerlo en cuenta porque resulta un buen botín para piratas sociales que quieran apropiarse de el con fines no  confesos.
Cuando en los países florecen las dificultades, por mala praxis de los gobiernos o por los desastres de la naturaleza, algunos conductores solo pretenden salvar lo que se pueda, sin equidad ni ejercicio social; cualquier medida que permita soportar el temporal es buena, así se tergiverse lo construido.
Lo dijimos desde antaño, la cooperación no es caridad y para que esta sirva para la sociedad debe mantenerse dentro de la estructura principista que la contiene, con actitudes genuinas y colectivas, entendiendo que la principal virtud es su funcionamiento y administración  gestionada por los propios asociados, inmersos en el acto solidario de dar para recibir.
Por lo tanto no puede ni debe exigir subsidios para funcionar;  necesita leyes adecuadas para poder funcionar dentro de un determinado esquema social que respete su esencia y si llegase a necesitar apoyo del estado, estos deben ser desarrollados de acuerdo a su carácter intrínseco colectivo como pueden ser  los créditos especiales y/o promociónales al igual que cualquier emprendimiento social y deben ser devueltos al estado  o a quien  los aporta.
Pero los países tienen además otras necesidades y una mirada propia sobre como resolver las situaciones generales que lo afecten en determinados momentos de la historia; especialmente la exclusión social, la indigencia, la pobreza, etc. y en su afán de resolver los problemas correspondientes al estado mezclan los tantos; en vez de incorporar nuevas ideas  copia mal las que ya tiene en esos casos   optando livianamente por aquello de “para que inventar  lo que se tiene a mano” desvirtuando la escena al cambiar la cooperación por asistencialismo muchas veces sin equidad ni miramientos y sin saber para que interés se lo hace.
Segundo Camuratti



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