lunes, 18 de febrero de 2013

La solidaridad como sistema de vida

          
Entendemos que ha llegado el momento para deducir que significa cuando ponemos bajo del epígrafe lo que estamos escribiendo en estos mensajes, haciendo conocer opiniones personales con planteos que pueden ser discutibles en toda instancia y dimensión, sin perder de vista el análisis del elemento subjetivo.
Hoy más que nunca se hace necesario debatir y trabajar en la difusión de las ideas, para lograr que estas se constituyan en el baluarte y el aporte del pensamiento del imaginario colectivo en el esclarecimiento sobre que modelo debe incorporar la sociedad para establecer el equilibrio social.
Debemos instalar en la conciencia el sentido de que los sectores populares sean quienes lideren los movimientos sociales –siempre los más que menos tienen- con instrumentos de transformación, es decir las ideas, reivindicando el hecho de asumir la modificación del actual sistema injusto y carente de equidad en la distribución de la riqueza, por otro más genuino y solidario.
Para disimular su condición, la intolerancia de los que niegan la transformación, fabrica argumentos cuando no los tiene para sostener al modelo, pero la historia enseña que se podrá atrasar el reloj pero no se puede impedir que el tiempo avance.
Los cooperadores no podemos de ninguna manera, aceptar esta realidad con resignación como una fatalidad de la naturaleza o el destino, según quiera verse o intuirse;  se debe tener en claro algo que es inherente a la persona humana y que ni la revolución tecnológica ni el adelanto de la ciencia podrá reemplazar, a menos que este avance logre sustituir en todos los órdenes al individuo transformándolo en un robot;  el acto solidario.
Damos por descontado que ese sujeto solidario al cual nos referimos trasciende el acto cooperativo – ya de por si incluido- ingresando dentro del quehacer de los individuos en su comportamiento de la sociedad donde habita.
Para hacerlo más sencillo de comprender diríamos que debemos tener en cuenta que la solidaridad no es caridad, porque es muy frecuente comprobar que se confunden estas cualidades como sinónimos.
La solidaridad se encuadra en una acción recíproca, es dar para recibir, como un hecho propio del sentimiento humano tanto en lo material como en lo social. De la misma manera deducimos también que el trabajo, -elemento esencial en la producción de riqueza- es producto social. Por lo tanto desde distintas esferas y en múltiples actividades diferentes, todos trabajamos para el producto social.
Este producto social después va teniendo propietarios que se quedan con él y otros que se quedan sin nada, estos últimos son quienes luego de toda una vida de trabajo están en un alto porcentaje con su jubilación por debajo de la línea de pobreza cercana a los  convertidos en indigentes o marginales, siendo éste el fenómeno más saliente de nuestra época.
Siempre a sido así en la vigencia del capitalismo, pero ahora el drama es más conmovedor que nunca, siguen faltando políticas que lleven a la reinserción social de los excluidos, porque el patrón distributivo de la riqueza instalado actualmente esta divorciado de la equidad.
Para que esto se de así solo hay un responsable, el estado, porque no interviene como debe en la economía a través de leyes y mecanismos regulatorios, no equitativos, que permitan constituirse en el eje principal de la producción y la distribución con equidad de la riqueza.
La equidad en todos los órdenes de la vida de un país es el único argumento que nos puede llevar a incorporar la solidaridad dentro de la sociedad para lograr salidas concretas y verdaderas en la actual situación, por eso decimos; jamás se podrá pensar en un futuro promisorio sin equidad distributiva.
         Segundo Camuratti

jueves, 14 de febrero de 2013

Que significa ser un cooperativista


En distintos momentos de la historia la carencia de factores sustentables para el individuo común generados por los sistemas vigentes, especialmente los económicos, obligó ese individuo a buscar caminos diferentes para hacerlo. Uno de ellos fue organizarse utilizando el derecho de asociarse con fines útiles como alternativa válida para resolver esos problemas.
Por ese motivo la integración de las personas se dio con un fin específico: constituirse en miembro de un grupo humano con la intención, en la mayoría de los casos para  resolver sus  necesidades económicas a través de una asociación colectiva que dio en llamarse  cooperativa, adquiriendo allí la calidad de participante de una entidad, no de cooperativista.
Pero la instalación conveniente de esos proyectos no puede realizarse exclusivamente con buenas intenciones, deseos ó el acuciamiento de la necesidad; para que ciertamente funcione la entidad cooperativa se necesita organizarla dentro de los cánones fijados por la sociedad como emprendimiento sostenible de origen social. Para lograrlo hacía falta conocimientos y eso solo abría de conseguirse invirtiendo la ecuación propia a través de la formación del individuo orientándolo con el fin específico incorporando la educación, en este caso la cooperativa.
Esta lo llevó a ir asumiendo en los principios cooperativos la experiencia para pensar y actuar colectivamente, evaluando sus acciones y asociándolas en sintonía al marco incuestionable que fijan esos preceptos; al hacerse cargo de estos conocimientos puede decirse que ese componente de la entidad cooperativa recién comienza a adquirir la formación necesaria para llegar a convertirse en un cooperativista; por eso decimos “que no nace, se hace”.
La reformulación de los principios cooperativos dados en el Congreso Centenario de la Alianza Cooperativa Internacional realizado en Manchester en el año 1995 amplía su acepción, adecuando los mismos a una concepción más subjetiva de las necesidades de los cooperadores, haciendo centro en las exigencias del individuo y la sociedad en el contexto del mundo actual.
1) Libre membresía; 2) Democracia cooperativa -un hombre, un voto-; 3) Participación económica de todos los asociados y justicia distributiva; 4) Autonomía e independencia de toda ingerencia política; 5) Educación, información y capacitación; 6) Integración de la cooperación entre cooperativas y; 7) Compromiso e interés con la comunidad.
Podríamos decir que el marco conceptual de estos nuevos principios rompe con el paradigma individualista del mundo moderno porque hace centro con todos sus efectos, tanto en el asociado como en la sociedad, llevando una nueva manera de actuar al campo colectivo de la cooperación.
Adoptar este pensamiento modifica el aspecto cultural del individuo inculcando en él, con más razón que nunca, el sentir solidario del acto cooperativo y estos principios definen por su importancia algo así como una refundación del pensamiento de la Alianza Cooperativa Internacional porque contribuyen con ello a convertirlo en una concepción distinta al vínculo de la empresa, con el sector social de la humanidad.
Hasta ahora hablamos de la incidencia de la educación en el asociado de una entidad cooperativa para que cumpla su función de adherente a un sistema sin fines de lucro en el papel de obtener los diversos servicios que esta presta; pero las cooperativas en su organización constitutiva tienen un estatuto y de acuerdo a ellos deben ser regidas por un consejo de administración salido de las filas de los asociados, que tienen que cumplir en la práctica con la administración de la entidad, colectivamente, en la función para lo cual se los designen y por lo tanto serán los encargados de la gestión de la misma.
Esos consejeros habrán de capacitarse para cumplir su gestión y para su formación, si es que no la tienen, es muy probable que necesiten adquirir conocimientos administrativos propios de la empresa a asumir que deben estar en consonancia con la esencia de la propiedad cooperativa; es dable admitir que esa capacitación debe provenir indefectiblemente a través de la educación cooperativa orientada con esos fines. 
Segundo Camuratti

domingo, 3 de febrero de 2013

Cooperativismo y educación


Bueno es volver a tenerlo en cuenta porque en blogs anteriores tratamos el tema sobre las distintas corrientes ideológicas de las que se nutre el universo cooperativo, y por lo tanto no debemos identificarlas como entes de pensamiento uniforme, que si bien son respetables  por que apuntan todas hacia el mismo fin, no  suelen conformar un universo único.
Por otra parte sería un error pretender en un mundo unipolar hoy, que la educación cooperativa constituya un andamiaje que trascienda el objeto social de la corriente que lo impulsa al generalizar criterios diversos y dispersos.
En tanto el movimiento cooperativo continúe tal cual funciona actualmente predicando la integración y esta sea solo informal, lo primero y preferible que se puede aplicar para difundirla, es una educación cooperativa que conlleve en la práctica como hecho ineludible e inexcusable, los principios rectores que le dieron vida a la cooperación en su origen y prioricen la integración cooperativa y su diversidad.
Lo secundario pero que no le va en zaga por la importancia que tiene, es el rol que debieran asumir en el ordenamiento institucional del cooperativismo  sus dirigentes en la implantación de lo que significa la educación cooperativa.
La esencia del problema educativo transita por andariveles internos y externos de la identidad de la cooperativa, partiendo desde la base del sector social y terminando dentro del sector económico.
Desde lo interno corresponde considerar la ventaja si bien es repetitivo el mensaje, de lo que significa obrar en conjunto por la propia voluntad de los interesados ayudándose los unos a los otros, es decir cooperando para obtener mejores resultados por el accionar colectivo, mas que a través del esfuerzo individual.
Para poder introducir la idea de actuar así en la gente, ésta debe entender porque tiene que cooperar y como hacerlo adecuadamente; es aquí donde debe aparecer la ecuación de la educación cooperativa y por lo tanto, este es el principio sustancial y requisito fundamental para aplicarla.
Aunque pueda aparecer como elemento preconcebido y natural, en la práctica no está demostrado de manera evidente que esto si se entiende como hecho colectivo, se de así en todas partes.
Aquí debemos considerar los distintos enfoques que se dan dentro del movimiento cooperativo sobre como debería desarrollarse la educación cooperativa teniendo en cuenta el como y el porque en los factores orientativos de la línea programática que asuma la función de la entidad cooperativa, y si ella es la que se corresponde separando  lo colectivo de lo individual.
Hemos sostenido siempre, porque esto está escrito, con argumentos precisos el doble carácter que debe asumir la identidad de la cooperativa, ser una empresa eficaz y eficiente con contenido social explicando con esto el cómo y el porqué; lo decimos con claridad para que se entienda que la educación cooperativa debe ser sostenida apuntalando esta concepción principista con equidad y sin desvíos.
Puede existir y esta probado que así sea, el motivo de producir en distintas circunstancias una afectación en la enseñanza de la educación cooperativa valorando excesivamente al como sin analizar el porqué.
Es decir, el espíritu de la enseñanza se concentra principalmente en el concepto administrativo de la empresa cooperativa en lo técnico y económico ha modo de objeto principal, (el como) lo que no es malo, pero deja de lado el educar de manera eficiente en el sentido real del movimiento cooperativo como instrumento de transformación en la manera de pensar del sujeto que la integra para mejorar la condición de vida colectiva, (el porqué) lo que es mejor.
Esta manera de encarar la educación promueve un desacople específico que ignora ese doble carácter con que definimos el funcionamiento de la entidad cooperativa  en el deber ser: empresa eficaz y eficiente con contenido social.

Segundo Camuratti