lunes, 31 de mayo de 2010

El hombre solidario



Se suele decir por muchos que se debe lograr una mejor distribución de la riqueza y una mejor calidad de vida, pero esto como pensamiento en sí es abstracto porque la mayoría no se expresa en como y porqué esto no se hace.


Al manifestarse no tienen en cuenta que los medios existen, o lo que es peor no se animan a decirlo, porque las vías conducentes para lograrlo significa intervenir en intereses que, (dentro del actual sistema), aparecen como intocables.

La vía principal debería ser una ley que permita instrumentar a través de una “reforma tributaria” lo que se pregona, orientada ésta en la concepción de quién más gana más tribute pero nadie avanza en ello, a pesar de los distintos y variados encuadres políticos hoy instalados en función legislativa; ni la fragmentación de los diversos sectores de la izquierda como expresión del principismo dogmático en la búsqueda de otro país posible, ni de las derechas vernáculas sosteniendo el “estatus quo” que no es otra cosa que la defensa de sus propios intereses.

La otra vía sí es incumbencia de la sociedad en su conjunto en cuanto a encontrar las salidas a través de organizaciones colectivas que asuman la actividad económica con sentido social: verbigracia, la función cooperativa tanto en lo laboral como en lo empresario.

Para llevar a cabo esto, también el movimiento cooperativo deberá adecuarse para avanzar hacia un estadio superior al conocido hasta el presente en la construcción de un nuevo esquema funcional, proponiendo a los encolumnados en ella a pasar a través de lo local al ámbito global para encarrilar los problemas puntuales del individuo asociado a la cooperativa transformándolos en generales, incursionando en una fase superior que conlleve a resolver no solo el hecho particular de ese individuo, sino que lo incorpore estatutariamente al asociarlo en la búsqueda del cambio cultural en su sistema de vida como acto político, (que también es social), avanzando hacia un modelo distinto de sociedad que permita el nacimiento de un deseo sistemáticamente pregonado pero no alcanzado plenamente: El hombre solidario.

Debemos tener en cuenta que hay algo que es inmanente a la persona humana y que ni la revolución tecnológica ni el adelanto de la ciencia podrá reemplazar por no aportar valores subjetivos; a menos que este enclave logre sustituir en todos los órdenes al individuo transformándolo en un robot: la solidaridad.

Posiblemente para algunas corrientes de opinión de la cooperación esto suene como sacrílego, pero no es así, lo que debemos tener en cuenta es que estamos viviendo problemas diversos dentro de otro modelo de país. A quienes piensen que pretendemos cambiar el sentido de lo que hasta hoy vinimos sosteniendo podemos decirles que pueden quedarse tranquilos. No aspiramos a cambiar la esencia de la cooperación porque respetamos a rajatabla sus principios, es más, los reafirmamos dándoles más amplitud y posibilidades en su manera de actuar ante la realidad emergente para bien de la sociedad.

EL cooperativismo debe contribuir a resolver problemas tales como la salud, la educación, la alimentación, y el esparcimiento de los individuos como garantía de que al asegurar la libertad de su tiempo para pensar, esta le permita reorientar su trabajo imprimiéndole el rasgo utópico de su carácter altruista.
Segundo Camuratti

martes, 18 de mayo de 2010

Cooperativismo y Globalización - Final

“Cooperativismo, Globalización y problemas de desarrollo”

En sentido opuesto crece la convicción en la sociedad que resulta cada vez más necesario recurrir a políticas económicas que, además de buscar la ampliación de la base productiva contemplen la redistribución progresiva de los ingresos, no sólo por cuestiones de equidad, sino también como una forma concreta de impulsar el crecimiento económico.

En algunos países han surgido nuevos gobiernos que han comprendido esta necesidad, y, más allá de la estrategia económica global que cada uno se ha dado, han instalado como objetivo esencial el combate al hambre y a la pobreza.

La realidad económica recoge la necesidad de medidas urgentes tendientes a superar la complicada emergencia actual de un amplio sector de la sociedad, en el reconocimiento de que para lograrlo se requiere adoptar no sólo medidas inmediatas para mejorar significativamente la distribución del ingreso, sino también una modificación sustancial de todo el modelo económico.

Para transitar ese camino, es necesario delinear cambios en las actuales formas de acumulación y distribución, sin los cuales será imposible sostener el objetivo de eliminar la pobreza

En este contexto, no sólo no han sido resueltas, sino que se han agravado hasta límites preocupantes las situaciones de indigencia, marginación y exclusión social.

Justamente a causa de este agravamiento, declaramos que el cooperativismo hace posible, en una realidad que lo torna cada vez más necesario, el camino para la elevación del hombre en un contexto moral y de mensurable bienestar, en mérito al esfuerzo personal y colectivo, como resultado de la ayuda mutua, la educación, la justicia, la democracia y el progreso técnico al servicio de los ciudadanos, en tanto sujetos sociales y económicos, productores, usuarios y consumidores.

En las últimas décadas el papel del Estado y sus organismos adoleció, salvo contadas excepciones, de graves fallas como ineficiencia, corrupción, burocracia, sobre dimensionamiento, clientelismo y colusión con los intereses del poder económico. Son estas graves deficiencias que la ideología liberal, el denominado Pensamiento Único, utilizó para impulsar el desmantelamiento de ciertas áreas y regulaciones del Estado.

Esta ideología, que aún perdura en los sectores más derechizados de la sociedad, condujo a la aplicación de políticas de privatización y desregulación de las empresas y áreas potencialmente rentables, que profundizaron la concentración y extranjerización de la economía así como la injusta distribución del ingreso y el aumento del desempleo hasta niveles nunca antes conocidos en estos países.

Una de las bases de la propuesta para modificar esta situación es la creación de un amplio sector de la economía, que denominaremos “economía social”, cuyo accionar no sean los objetivos de lucro, sino los de satisfacción de las necesidades sociales, como alimentación, salud, educación, vivienda, cultura y esparcimiento.

Para que este sector de la economía social pueda alcanzar sus objetivos en forma eficiente y desprovista de todos los vicios que caracterizaron a los sectores públicos resulta crucial establecer mecanismos apropiados de participación y gestión popular.

La participación del pueblo no debe limitarse a las decisiones políticas sino también a la gestión de los recursos públicos, aquellos que pertenecen al conjunto de la comunidad, aunque para ello se haga necesario reformas constitucionales en algunos países.

Se hace indispensable, entonces, diseñar y poner en práctica las formas de gestión participativa y democrática que hagan posible utilizar los recursos que se generan en la economía en beneficio del universo social y, en particular, de quienes más lo necesitan por la crítica situación que atraviesan.
Segundo Camuratti


Cooperativismo y Globalización - Pra. parte

“Cooperación, Globalización y Problemas de Desarrollo”

Muchas veces el colectivo imaginario se va encontrando con nuevas acepciones dialécticas que colocan en la discusión palabras distintas, aplicadas a lo social, político ó económico, que van apareciendo dentro de la sociedad como hechos nuevos, para muchos incomprensibles, uno de ellos es la palabra “Globalización”.

Pero este término no es nuevo, muy por el contrario, a mediados del siglo XIX, cuando Gran Bretaña transitaba etapas de la era industrial, (para ser realistas y entender las cosas que nos pasan y buceando en el ideario de personas que tuvieron trascendencia en su época y porque no decirlo, aún hoy), encontramos que revolucionarios creadores de la economía política como Carlos Marx y Federico Engels ya habían previsto un capitalismo masivamente globalizado.

De eso podemos entrever, porque los hechos y la historia lo fueron demostrando y por lo tanto confirmando, que la Globalización es una consecuencia intrínseca del capitalismo.

De mucho tiempo a esta parte, largo si se quiere, la instalación de medidas económicas y políticas devenidas aun antes de la caída del muro de Berlín, trataron de generar un único poder en el mundo, hegemónico, que como consecuencia da surgimiento a la llamada globalización neoliberal, dando nacimiento a lo que dio en llamarse el pensamiento único.

¿Como definimos esto?, diciendo que la globalización neoliberal es un proceso enfocado a un terreno puramente económico. Tiene que ver con la apertura de los mercados, la ruptura de las fronteras económicas para dejar libre la entrada y salida de capital extranjero, favorecidos estos por la agilidad de los medios de comunicación generados por el avance tecnológico, sin tener en cuenta las consecuencias que ello puede provocar y con un solo objetivo, producir el mayor beneficio para los inversores.

Al haber hecho desaparecer los controles en las operaciones financieras, se deja mano libre a la especulación, llegando a desestabilizar la economía de los países invadidos económicamente.

El objetivo de la Globalización neoliberal es sacar el mayor beneficio en el menor tiempo posible, a cualquier precio, muy alejado de la idea de invertir para crear riqueza y abrir posibilidades en las gentes, en una actitud alienante que no admite el desarrollo de la subjetividad.

Como corolario de esto podemos decir que luego de más de una década de imposición de las políticas emanadas del Consenso de Washington en América Latina y otros países dependientes, ha sido notorio el fracaso de este modelo, cuyo inicio podemos ubicar a partir de la década del setenta para llegar a su apogeo en la década de los años noventa.

El balance indica que los países no han crecido, mientras que se ha incrementado hasta límites intolerables la pobreza, la indigencia, la desocupación y la marginación de amplios sectores de la población de los países dependientes.

Los debates recientes sobre los determinantes del desarrollo en esos países se han centrado en dos problemáticas centrales: una de ellas es el de nivel de intervención del Estado versus libertad de mercado, y la otra - más significativa aún - el crecimiento versus distribución equitativa del ingreso.

Respecto al primer tema, el proceso de desmantelamiento de ciertas funciones del Estado así como el proceso de desregulación de los mercados han conducido a una mayor concentración económica y a una distribución todavía más inequitativa de los ingresos y la riqueza.

En relación con el segundo tema, hoy resulta incontrastable que la llamada “teoría del derrame”, según la cual las políticas económicas que benefician a los ricos terminarán por “derramar” hacia los pobres, tal como lo hace una copa cuya capacidad ha sido colmada, no ha funcionado en absoluto, aunque hay quienes siguen sosteniendo una defensa ideológica de esta teoría que sirve muy bien a sus intereses.

Segundo Camuratti
(Continuará)