Cuando se ha transitado cerca de medio siglo dentro de un movimiento
cooperativo inspirado en claros principios institucionales, se han visto y escuchado
tantas cosas, que memoria de por medio, nos habilita para elaborar opiniones
sobre temas que el imaginario colectivo honesto y sincero del integrante común
del movimiento cooperativo no puede discernir.
Jamás en su larga
trayectoria de casi dos siglos el cooperativismo admitió las medias tintas, por eso estableció sus
códigos funcionales a través de la elaboración de sus principios, que con
ajustes en el tiempo para mejorarlos aun siguen vigentes.
Sabedores por experiencia
que nada es eterno, que el mundo en su avance cambia modelos de vivencia y convivencias,
posiblemente en alguna instancia precisa tendrá que modificar o cambiar cosas para ajustar su funcionamiento a las
necesidades humanas de ese nuevo mundo, pero nunca dejará de establecer
principios claros sobre su visión y misión que no serán otras que mejorar la
situación de vida de quienes se cobijen en el.
Pero lo que se vive
actualmente es la realidad existente de un movimiento que aglomera en argentina
10 millones de adeptos y eso es bueno; debemos tenerlo en cuenta porque resulta
un buen botín para piratas sociales que quieran apropiarse de el con fines
no confesos.
Cuando en los
países florecen las dificultades, por mala praxis de los gobiernos o por los
desastres de la naturaleza, algunos conductores solo pretenden salvar lo que se
pueda, sin equidad ni ejercicio social; cualquier medida que permita soportar
el temporal es buena, así se destroce lo construido.
Lo dijimos desde antaño, la
cooperación no es caridad y para que esta sirva para la sociedad debe
mantenerse dentro de la estructura principista que la contiene, con actitudes
genuinas, entendiendo que la principal virtud es su funcionamiento y
administración gestionada por los
propios asociados, inmersos en el acto solidario de dar para recibir.
Por lo tanto no puede ni
debe exigir subsidios para funcionar: necesita leyes adecuadas para poder
funcionar dentro de un determinado esquema social que respete su esencia y si llegase
a necesitar apoyo del estado, estos deben ser desarrollados de acuerdo a su
carácter intrínseco colectivo que pueden ser los créditos especiales y/o promociónales como
cualquier emprendimiento social y deben ser devueltos al estado si es este quien lo aporta.
Hasta ahí tenemos la figura
cooperativa encuadrada en los cánones clásicos de la cooperación, que le ha
dado vida y crecimiento hasta el presente.
Pero los países tienen
además otras necesidades y una mirada propia sobre como resolver las
situaciones generales que lo afecten en determinados momentos de la historia;
especialmente la exclusión social, la indigencia, la pobreza, etc. y en su afán
de resolver los problemas correspondientes del estado mezclan los tantos, en
vez de incorporar nuevas ideas mal copia las que ya tiene; en esos casos se
suele optar livianamente por aquello de “para que inventar lo que se tiene a mano” desvirtuando la
escena.
Segundo Camuratti