Se suele decir por muchos que se debe lograr una mejor
distribución de la riqueza y una mejor calidad de vida, pero esto como
pensamiento en sí es abstracto porque la mayoría no se expresa en como y porqué
esto no se hace.
Al manifestarse no tienen en cuenta que los medios
existen, o lo que es peor no se animan a decirlo, porque las vías conducentes
para lograrlo significa intervenir en intereses que, (dentro del actual
sistema), aparecen como intocables.
La vía principal debería ser una ley que permita
instrumentar a través de una “reforma tributaria” lo que se pregona, orientada
ésta en la concepción de quién más gana más tribute pero nadie avanza en ello,
a pesar de los distintos y variados encuadres políticos hoy instalados en función
legislativa; ni la fragmentación de los diversos sectores de la izquierda como
expresión del principismo dogmático en la búsqueda de otro país posible, ni de
las derechas vernáculas sosteniendo el “estatus quo” que no es otra cosa que la
defensa de sus propios intereses.
La otra vía sí es incumbencia de la sociedad en su conjunto
en cuanto a encontrar las salidas a través de organizaciones colectivas que
asuman la actividad económica con sentido social: verbigracia, la función
cooperativa tanto en lo laboral como en lo empresario.
Para llevar a cabo esto, también el movimiento cooperativo
deberá adecuarse para avanzar hacia un estadio superior al conocido hasta el
presente en la construcción de un nuevo esquema funcional, proponiendo a los
encolumnados en ella a pasar a través de lo local al ámbito global para
encarrilar los problemas puntuales del individuo asociado a la cooperativa
transformándolos en generales, incursionando en una fase superior que conlleve
a resolver no solo el hecho particular de ese individuo, sino que lo incorpore
estatutariamente al asociarlo en la búsqueda del cambio cultural en su sistema
de vida como acto político, (que también es social), avanzando hacia un modelo
distinto de sociedad que permita el nacimiento de un deseo sistemáticamente
pregonado pero no alcanzado plenamente: El hombre solidario.
Debemos tener en cuenta que hay algo que es inmanente a la
persona humana y que ni la revolución tecnológica ni el adelanto de la ciencia
podrá reemplazar por no aportar valores subjetivos; a menos que este enclave
logre sustituir en todos los órdenes al individuo transformándolo en un robot:
la solidaridad.
Posiblemente para algunas corrientes de opinión de la
cooperación esto suene como sacrílego, pero no es así, lo que debemos tener en
cuenta es que estamos viviendo problemas diversos dentro de otro modelo de
país. A quienes piensen que pretendemos cambiar el sentido de lo que hasta hoy
vinimos sosteniendo podemos decirles que pueden quedarse tranquilos. No
aspiramos a cambiar la esencia de la cooperación porque respetamos a rajatabla
sus principios, es más, los reafirmamos dándoles más amplitud y posibilidades
en su manera de actuar ante la realidad emergente para bien de la sociedad.
EL cooperativismo debe contribuir a resolver problemas
tales como la salud, la educación, la alimentación, y el esparcimiento de los
individuos como garantía de que al asegurar la mayor libertad de su tiempo para
pensar, esta le permita reorientar su trabajo imprimiéndole el rasgo utópico de
su carácter altruista.
Segundo Camuratti