martes, 29 de noviembre de 2016

El hombre solidario


Se suele decir por muchos que se debe lograr una mejor distribución de la riqueza y una mejor calidad de vida, pero esto como pensamiento en sí es abstracto porque la mayoría no se expresa en como y porqué esto no se hace.
Al manifestarse no tienen en cuenta que los medios existen, o lo que es peor no se animan a decirlo, porque las vías conducentes para lograrlo significa intervenir en intereses que, (dentro del actual sistema), aparecen como intocables.
La vía principal debería ser una ley que permita instrumentar a través de una “reforma tributaria” lo que se pregona, orientada ésta en la concepción de quién más gana más tribute pero nadie avanza en ello, a pesar de los distintos y variados encuadres políticos hoy instalados en función legislativa; ni la fragmentación de los diversos sectores de la izquierda como expresión del principismo dogmático en la búsqueda de otro país posible, ni de las derechas vernáculas sosteniendo el “estatus quo” que no es otra cosa que la defensa de sus propios intereses.
La otra vía sí es incumbencia de la sociedad en su conjunto en cuanto a encontrar las salidas a través de organizaciones colectivas que asuman la actividad económica con sentido social: verbigracia, la función cooperativa tanto en lo laboral como en lo empresario.
Para llevar a cabo esto, también el movimiento cooperativo deberá adecuarse para avanzar hacia un estadio superior al conocido hasta el presente en la construcción de un nuevo esquema funcional, proponiendo a los encolumnados en ella a pasar a través de lo local al ámbito global para encarrilar los problemas puntuales del individuo asociado a la cooperativa transformándolos en generales, incursionando en una fase superior que conlleve a resolver no solo el hecho particular de ese individuo, sino que lo incorpore estatutariamente al asociarlo en la búsqueda del cambio cultural en su sistema de vida como acto político, (que también es social), avanzando hacia un modelo distinto de sociedad que permita el nacimiento de un deseo sistemáticamente pregonado pero no alcanzado plenamente: El hombre solidario.
Debemos tener en cuenta que hay algo que es inmanente a la persona humana y que ni la revolución tecnológica ni el adelanto de la ciencia podrá reemplazar por no aportar valores subjetivos; a menos que este enclave logre sustituir en todos los órdenes al individuo transformándolo en un robot: la solidaridad.
Posiblemente para algunas corrientes de opinión de la cooperación esto suene como sacrílego, pero no es así, lo que debemos tener en cuenta es que estamos viviendo problemas diversos dentro de otro modelo de país. A quienes piensen que pretendemos cambiar el sentido de lo que hasta hoy vinimos sosteniendo podemos decirles que pueden quedarse tranquilos. No aspiramos a cambiar la esencia de la cooperación porque respetamos a rajatabla sus principios, es más, los reafirmamos dándoles más amplitud y posibilidades en su manera de actuar ante la realidad emergente para bien de la sociedad.
EL cooperativismo debe contribuir a resolver problemas tales como la salud, la educación, la alimentación, y el esparcimiento de los individuos como garantía de que al asegurar la mayor libertad de su tiempo para pensar, esta le permita reorientar su trabajo imprimiéndole el rasgo utópico de su carácter altruista.
Segundo Camuratti




miércoles, 23 de noviembre de 2016

Compendio Cooperativo


De más de un siglo y medio a esta parte el cooperativismo se fue constituyendo en uno de los grandes ideales humanos que coinciden hoy con las aspiraciones profundas de los pueblos,  que por las exigencias del  tiempo y las necesidades no cubiertas se fue nutriendo de una herencia cultural y valores fundamentales y singulares , que al encontrar una clase dirigente capaz y competente convencida de plasmarla,  realizó el milagro de incorporar el acto solidario de su esencia colectiva venciendo al individualismo propio de la sociedad, y la llevo a transformar el trabajo en un servicio cambiando las reglas económicas de la sociedad.
Sin embargo  se debe considerar seriamente que las cooperativas no fueron entidades desarrolladas para resolver los problemas de crisis sociales dentro de los procesos económicos, tenían el objetivo de ser la base de  sostenibilidad en el desarrollo de economías mas igualitarias en países de cualquier signo político, aportando salidas colectivas que hacen al bien común y siempre anhelaron ser instrumentos de responsabilidad social y equidad distributiva entre la membresía, es decir los asociados de las mismas.
Por esto no fueron  hechos casuales pero si encomiables que las cooperativas lograran estructurar un sistema económico que aún funcionando sin fines de lucro en economías de mercado, representen además un modelo que por su práctica democrática no sólo en la conducción empresarial, sino en la distribución de la riqueza, ha demostrado que con su efecto social puede fortalecer de manera integral a los sectores pequeños y medianos de la producción y los servicios, demostrando otra forma de encarar sus servicios.
 Para disimular su condición, la intolerancia fabrica argumentos cuando no los tiene, pero la historia enseña que podrá atrasar el reloj pero no puede impedir que el tiempo avance. Así sea obvio: la historia continúa, no terminó ni terminará en ninguna estación prefabricada.
Estamos transitando una etapa complicada por oportunidades y amenazas que al mismo tiempo nos habilitan y nos exigen que cumplamos nuestro rol activamente como cooperativistas, para que este sector de la economía social no sea utilizado por algunos como una herramienta de explotación o evasión, o al mismo tiempo, que otros lo usen para amortiguar el conflicto social desvirtuando la autogestión autentica y la genuina cooperación.
La confianza es el factor colectivo que representa la columna vertebral en el funcionamiento del quehacer cooperativo, dentro de ese imaginario conceptual no entran nunca como excusas los olvidos ni las casualidades para desvirtuarla; las decisiones que se toman son causales de los efectos que se generan en la cooperativa, aunque se pretenda luego disfrazar los resultados. Axioma que siempre se debe tener en cuenta.
Segundo Camuratti


















sábado, 12 de noviembre de 2016

Cooperativismo, Juventud y la Sociedad


Es lógico pensar que con el correr de los años se van dando dentro de la condición humana, los cambios generacionales que logran que no todos los actores tengan la vivencia ni el conocimiento del tiempo pasado; estos son  actores sociales que definimos como la juventud, porque en su mayoría son seres que no cargan en su mochila los éxitos, los desaciertos y las frustraciones de sus mayores y por lo tanto, no les pesa tanto la historia.
El movimiento cooperativo debe ver en los jóvenes no solo las reservas que vayan tomando la posta de mano de los veteranos impulsores del movimiento, sino sobre todo y posiblemente ya mismo, en su propia condición de juventud para convertirse en activos protagonistas de la labor cooperadora.
En tanto debemos conseguir por parte de los adultos que los jóvenes se incorporen y que lleguen con su impaciencia y con su inmadurez, pero que lleguen, sobre todo con su innegable cuota de vocación de servir al pueblo, con abnegación, de espíritu creador, de desinterés y de patriotismo.
Lo que sucedió en el país a partir del 24 de marzo de 1976, con la instalación de la dictadura militar aunque parezca lejano, resintió la actividad de la juventud no solo en las entidades cooperativas sino en la mayoría de los lugares donde estas actuaban, sin embargo cuando llegado el momento, muchos de los jóvenes acompañaron el proceso de transformación
Pero también es bueno  recordar, sin pretender hacer historia, que en el XXVIII Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional en 1984, en una de las resoluciones adoptadas se decía enfatizando, “el hecho de que los jóvenes ahora desean participar directamente en la realización del cambio renovador nacional e internacional, haciendo su contribución para la construcción de su propio futuro, al cual se los llama a vivir y trabajar”, decidiendo además, que el año 1985 sea declarado como “Año Internacional de la Juventud”.
La juventud   demostró siempre en los hechos, estar dispuestos a contribuir a afianzar en su sector el rasgo indeleble de la cooperación, la solidaridad.
Debemos preguntarnos entonces, es necesario el funcionamiento de Comisiones Juveniles en las entidades cooperativas? Si analizamos la  situación podemos decir que si.
Pero eso no es todo, esos jóvenes no son una isla dentro de la sociedad y la mayoría de ellos de una u otra forma, están militando en movimientos sociales conociendo en profundidad los problemas de su sector social y participando para solucionarlos, -no solo a través del asistencialismo, que no estaría mal si fuese por corto tiempo- porque educados en el principio básico de la cooperación, la solidaridad, la están aplicando. Sin dejar por supuesto el estudio y las recreaciones propias de su edad.
Esta tarea conjunta que realicen, cooperación-movimiento social, pueden llegar si tienen apoyo de los adultos, a enaltecer la calidad de una nueva clase dirigente dentro del movimiento cooperativo y la sociedad.
A través de la educación que les brinda la cooperativa  y el ejercicio de la cooperación muchos jóvenes también se pueden constituir en dirigentes sociales con base solidaria, que al actuar en los sectores sociales y precisamente junto al movimiento cooperativo,  contribuirán a la construcción de un nuevo tejido social.
El cooperativismo y la sociedad necesitan, hoy más que nunca, una simbiosis generacional para afrontar los desafíos del mundo actual.
        Segundo Camuratti



lunes, 7 de noviembre de 2016

Sembrando realidades




Hoy más que nunca se hace necesario debatir y trabajar en la difusión de las ideas, para lograr que estas se constituyan en el baluarte y el aporte del pensamiento del imaginario colectivo, en el esclarecimiento sobre que modelo debe incorporar la sociedad para establecer el equilibrio social tan necesitado.
Debemos instalar en la conciencia el sentido de que los sectores populares sean quienes lideren los movimientos sociales –siempre los más que menos tienen- con instrumentos de transformación, es decir las ideas, reivindicando el hecho de asumir la modificación del actual sistema injusto y carente de equidad en la distribución de la riqueza, por otro más solidario.
Para disimular su condición, la intolerancia de los que niegan la transformación, fabrica argumentos cuando no los tiene para sostener al modelo, pero la historia enseña que se podrá atrasar el reloj pero no se puede impedir que el tiempo avance.
Los cooperadores no podemos de ninguna manera, aceptar esta realidad con resignación, como una fatalidad de la naturaleza o la antinomia del destino.
Se debe tener en claro algo que es inherente a la persona humana y que ni la revolución tecnológica ni el adelanto de la ciencia podrá reemplazar, a menos que este avance logre sustituir en todos los órdenes al individuo transformándolo en un robot; la solidaridad.
Damos por descontado que el sujeto solidario al cual nos referimos trasciende el acto cooperativo – ya de por si incluido- ingresando dentro del quehacer de los individuos en su comportamiento de la sociedad donde habita.
Para hacerlo más sencillo de comprender diríamos que debemos tener en cuenta que la solidaridad no es caridad, porque es muy frecuente comprobar que se confunden estas cualidades como sinónimos.
La solidaridad se encuadra en una acción recíproca, es dar para recibir, como un hecho propio del sentimiento humano tanto en lo material como en lo social. De la misma manera deducimos también que el trabajo, -elemento esencial en la producción de riqueza- es producto social. Por lo tanto desde distintas esferas y en múltiples actividades diferentes, todos trabajamos para el producto social.
Este producto social después va teniendo propietarios que se quedan con él y otros que se quedan sin nada, estos últimos son quienes luego de toda una vida de trabajo están en un alto porcentaje con su jubilación por debajo de la línea de pobreza junto a los restantes convertidos en indigentes o marginales, siendo éste el fenómeno más saliente de nuestra época.
 Segundo Camuratti

sábado, 5 de noviembre de 2016

Integracion del movimiento cooperativo argentino, una utopia?


Es evidente que la última década transcurrida del movimiento cooperativo argentino a sido anormal,  porque  estuvo cruzada permanentemente  por la sombra obscura del trasfondo político partidista, en aras de introducir el germen perjudicial de una corriente claramente expuesta desde los parámetros ideológicos del gobierno, con signos que no son afines a la diversidad esencial y política que debe reinar en un movimiento plural y colectivo.
Igual que la gota de agua orada la piedra la política partidista erosiona la base social  de la cooperativa como ente colectivo, tratando de uniformar un pensamiento distinto y unció que permita trasladar su influencia para actuar con reglas diferentes  a los principios que le dan origen al movimiento cooperativo.
Una década que no hace honor a décadas pasadas del movimiento cooperativo , que si bien las cooperativas no salieron fortalecidas por su desarrollo equilibrado, pudieron al menos contener el anhelo de todo país de convivir con sus problemas en la diversidad propia de los que no piensan de manera igualitaria, pero que confían en el precepto democrático del acto eleccionario para resolver sus desavenencias políticas.
Pero la última década rompió todas las reglas de convivencia y termina, con una economía desequilibrada por el encono y el desgobierno que trastoca el elemento fundamental del convivir,  disgregando la sociedad en un encuentro feroz de todos contra todos.
El movimiento cooperativo argentino también es parte de ese estado de salud de la sociedad porque esta inmersa en ella y vive los mismos encuentros y desencuentros del resto, por lo tanto se hace difícil la convivencia necesaria que posibilite avanzar en planes integradores para consolidar tareas comunes, que ensamblen acuerdos que lo lleven a pensar en salidas conjuntas que deberían contribuir no solo para la cooperación, sino en beneficio del país  en su desarrollo comunitario.
Cuando dentro de un movimiento cooperativo representativo de un porcentaje importante de la sociedad, no  consigue reunir y asumir la responsabilidad propia de su envergadura para gestionar su representatividad como sector unido frente al estado; es muy difícil que ese estado lo escuche cuando privilegia el individualismo pernicioso del dividir para reinar.
Es bueno que la sociedad se haga carne de lo que representa el sector cooperativo como empresas integrantes de la economía social y que aportan para la consolidación de un país; de la misma manera  los cooperadores deberían conocer que el movimiento cooperativo no comienza y termina en su cooperativa, porque tiene en sus niveles cooperativas de segundo y tercer grado que son las orientadoras de ese movimiento y ellas son las que tienen que velar por la vigencia y vivencia del desarrollo de ese movimiento.
Pero que el, el cooperador no es solo un invitado a la fiesta de un movimiento, es parte de el y por lo tanto si es socio de una cooperativa debe militar en ella y trabajar por ella, y tener siempre en cuenta que la cooperativa es un ente económico social sin fines de lucro, y como tal tiene políticas para el funcionamiento de su sector, pero que no tienen nada que ver con las políticas partidistas de cualquier partido político.
En tanto la sociedad argentina no agrupe sus cuerpos dentro de un modelo de país inclusivo en lo social, con un proyecto consensuado entre todos y para todos para lograr una más equitativa distribución de la riqueza, será inútil pensar en integrar el movimiento cooperativo argentino; esto seguirá siendo una utopía, pero como tal hay que caminar en la búsqueda de ella.

Segundo Camuratti













viernes, 4 de noviembre de 2016

El valor de las palabras


Aunque parezca superfluo muchas palabras no adquieren el valor absoluto cuando  se las dice o se las escribe si no están acompañadas del adjetivo que determine hasta donde llega su influencia.
La palabra democracia es una de ellas porque se la incorpora en el léxico y se la toma como el súmmum de una acepción totalizadora del significado que se pretende darle.
Cuando en función de gobierno se incorpora la palabra democracia se da por sobre entendido que se aplica como referente máximo del reaseguro que tiene el individuo para el goce pleno de los derechos.
Y esto no es así, porque debería estar acompañada del adjetivo que le marque donde comienza y termina su función para que se entienda lo que quiere decir.
Porque si no solo define una doctrina política a favor del sistema de gobierno en que el pueblo ejerce la soberanía mediante la elección libre de sus dirigentes.
Luego estos dirigentes en nombre de esa democracia son los que gobiernan y el pueblo es solo espectador pasivo de lo que ellos hacen.
No pretendemos hacer juego de palabras pero si demostrar el valor que se le adjudica a la palabra, que incorporada, no dice claramente lo que representa; no es el súmmum de la garantía universal, solo una parte.
Democracia es una cosa cuando va adjetivada por representativa, otra por republicana, o participativa o distributiva; ese arco lingüístico tiene que unirse para darle  el contenido y la garantía que debería tener el individuo cuando se la expresa en función de actos de gobierno con vigencia plena para asegurar beneficios al individuo.
En cambio otras palabras llenan ese arco que decíamos anteriormente porque son totalizadoras en cuanto a la función que cumplen
Una de ellas es la palabra cooperación y sobre ella queremos explayarnos para demostrar la incidencia que  tiene cuando se la pronuncia y se la ejerce.
La cooperación representa en si un factor incluyente que lleva inmerso el esfuerzo propio y la ayuda mutua en cualquier cosa que se instale en el imaginario colectivo para mejorar la vida de las personas, cerrando el capitulo para lograr el goce del individuo contribuyendo a resolver  los cuatros adjetivos; republicana, participativa, distributiva y además representativa porque incorpora el elemento fundamental cuando admite la unidad en la diversidad superponiendo el verbo convivir por sobre el valor político.
Cuando se habla de cooperación se instala el alo que cierra la acepción indicativa que abarca todo, el uno y lo otro, como expresión máxima de la tolerancia al interpretar el conjunto de valores que contribuye a solucionar las necesidades que llevan implícito al goce del individuo en un distinto modelo  que al ser compartido contribuye a  armonizar la vida
Por lo tanto cuando se instala la palabra cooperación es el indicativo claro de que el individuo puede lograr alcanzar todo lo que se propone sin tener que adjetivarla, adquiriendo así un valor absoluto.
Segundo Camuratti






lunes, 31 de octubre de 2016

Mas de lo mismo


Este epígrafe no es nuevo porque otra veces lo pusimos para otros temas pero la marcha del país lo amerita volver a poner de nuevo sobre lo mismo; lo comentado actualmente por los empresarios que la corrupción es cultural cabe en todos los sentidos, en   el proceso  de la vida del país y también en el cooperativismo sucede así, porque en el acto cultural de los principios el imaginario individual olvida el quehacer solidario pensando solo en la renta que le da la subsistencia diaria para poder vivir, olvidando el factor colectivo del acto solidario.
Deberá pasar mucho tiempo para poder medir la pérdida cultural del país por el travestismo que genero la mal llamada década ganada, que arraso con todo en ansias de ejercer el predominio absoluto para convertirla en una monarquía antidiluviana.
Demás esta decir que cuando el manto del olvido pretende esconder elementos verdaderos entre bambalinas, cuando en su lugar las pasan por el arel desapercibido   para que no se vean muy sueltos de cuerpo hoy  dicen  yo no fui haciéndose el inocente.
Estamos cerca del año de la aparición de un nuevo modelo que aun no cuaja con lo que quiere o lo que no sabe ni le gusta hacer, que a veces navega a contramano de la corriente con sus dimes y diretes no insinuando el paso a dar para no alertar las consignas orientadoras de su acción, cuando no obedecen a las intenciones de lo que no quiere hacer. 
Una de las falencias del gobierno anterior fue destruir, si para que se entienda bien destruir, un movimiento cooperativo que gozaba de fama de ser fiel custodio del factor colectivo, encaramado en el quehacer solidario para desarrollar una franja importante, quizás  no unida como debería ser pero si consecuente y trabajadora como fue.
La cuña de ariete del organismo de dirección nacional del INAES, manejado por inescrupulosos artífices de la componenda política, que lo gobernó para coparlo ideológicamente y adaptarlo al proceso imperado en la década ganada,  con los subsidios fáciles del dinero extorsivo de la corrupción desatada fue el arma ideal  y letal de la corrupción para velar y avalar el sistema.
Hoy más que nunca se hace necesario debatir y trabajar en la difusión de las ideas, para lograr que estas se constituyan en el baluarte y el aporte del pensamiento del imaginario colectivo en el esclarecimiento sobre que modelo debe incorporar la sociedad para establecer el equilibrio social.
Debemos instalar en la conciencia el sentido de que los sectores populares sean quienes lideren los movimientos sociales –siempre los más que menos tienen- con instrumentos de transformación, es decir las ideas, reivindicando el hecho de asumir la modificación del actual sistema injusto y carente de equidad en la distribución de la riqueza, por otro más solidario.
Para disimular su condición, la intolerancia de los que niegan la transformación, fabrica argumentos cuando no los tiene para sostener al modelo, pero la historia enseña que se podrá atrasar el reloj pero no se puede impedir que el tiempo avance.
Los cooperadores no podemos de ninguna manera, aceptar esta realidad con resignación, como una fatalidad de la naturaleza o la antinomia del destino.
Se debe tener en claro algo que es inherente a la persona humana y que ni la revolución tecnológica ni el adelanto de la ciencia podrá reemplazar, a menos que este avance logre sustituir en todos los órdenes al individuo transformándolo en un robot; la solidaridad.
Damos por descontado que el sujeto solidario al cual nos referimos trasciende el acto cooperativo – ya de por si incluido- ingresando dentro del quehacer de los individuos en su comportamiento de la sociedad donde habita.
Para hacerlo más sencillo de comprender diríamos que debemos tener en cuenta que la solidaridad no es caridad, porque es muy frecuente comprobar que se confunden estas cualidades como sinónimos.
La solidaridad se encuadra en una acción recíproca, es dar para recibir, como un hecho propio del sentimiento humano tanto en lo material como en lo social. De la misma manera deducimos también que el trabajo, -elemento esencial en la producción de riqueza- es producto social. Por lo tanto desde distintas esferas y en múltiples actividades diferentes, todos trabajamos para el producto social.
Este producto social después va teniendo propietarios que se quedan con él y otros que se quedan sin nada, estos últimos son quienes luego de toda una vida de trabajo están en un alto porcentaje con su jubilación por debajo de la línea de pobreza junto a los restantes convertidos en indigentes o marginales, siendo éste el fenómeno más saliente de nuestra época.
Segundo Camuratti