Al iniciar un nuevo año, por lo general se generan expectativas en todos los círculos activos de un país que se precie de pretender avanzar en el mejoramiento de los sistemas que lleven a mejorar la calidad de vida de los individuos que habitan una Nación.
Pero eso no se realiza por generación espontánea, debe ser el análisis de los temas no cumplidos en los años anteriores con la incorporación de proyectos sustentables y la construcción de alternativas, que partiendo de la base del irresuelto esquema de hasta donde se quiere llegar, que aun no existe, tenga un estudio concreto de las posibilidades existentes para concretarlo.
Igual que cualquier sector económico social que pretenda incidir en el avance para mejorar su posición, el sistema cooperativo no puede seguir nutriéndose de la coyuntura solo como eje principal de subsistencia sin planes de largo plazo.
En el dicho común de la enseñanza educativa cuando no se aprueba una materia del plan curricular anual, se habla vulgarmente del paso a marzo para rendirla.
Pero existen, dentro del historial del movimiento cooperativo tantos pases a marzo que los pueden llevar al infinito.
La materia pendiente, que no se rinde desde siempre, porque ni siquiera se estudia por no tener base curricular ni planeamiento aleatorio en el diseño para construirla y su existencia depende del azar, es la integración.
Que lo impide, la enorme carga subjetiva que involucra a los dirigentes atravesados por intereses particulares, políticos y otros, que nada tienen que ver con los postulados de la cooperación que dicen representar.
Los argumentos al respecto sobran por doquier, desde la no realización del Congreso Argentino de la Cooperación dentro de los períodos proyectados en el año 2004 por el último Congreso realizado, (hasta la admisión del seudo cooperativismo en sus filas por los organismos de control del estado), que victimizan a un movimiento que se dice representante genuino de la doctrina cooperativa.
Cuidado con equivocar el juicio de valor de lo que se esta diciendo escapando por la tangente, en ningún momento decimos que no hay cooperativas genuinas, las hay y muchas que merecen el reconocimiento ejemplar por lo que hacen aplicando y defendiendo la doctrina, pero no se puede negar que también existen dirigentes que no están a la altura de ellas, por acción, intereses u omisión.
Decir movimiento como palabra termina siendo un ente abstracto, porque su definición puede llenar varias paginas de cualquier diccionario, por lo tanto decir movimiento cooperativo ya es otra cosa porque tiene identidad, podemos decir marca de fabrica registrada, y todo aquello que lo involucra por la trayectoria que esto tiene debe ganarse el respaldo que se merece, no puede representar bajo ninguna circunstancia el libre albedrío del que todo vale; porque si no está integrado puede ser solo una rueda que gira, que también tiene movimiento.
Segundo Camuratti