jueves, 23 de agosto de 2012

La integracion horizontal de las cooperativas


El agrupamiento o integración de las cooperativas, según se de el caso, es la herramienta mas adecuada para contribuir por distintas vías a resolver necesidades particulares o conjuntas de las entidades y a la vez de la sociedad a través de solventar proyectos de desarrollo locales y también regionales en el actual sistema económico y social para mejorar los servicios y el beneficio de la membresía de las mismas.
Si partimos de la base del séptimo principio de la cooperación que incorpora el “interés por la comunidad” dentro del quehacer cooperativo, planteado por la Alianza Cooperativa Internacional en su Congreso centenario de 1995, entendemos que la actividad de la cooperativa no debería terminar resolviendo solo la necesidad de la membresía como un fin en si mismo, sino además trascender por acción o reflejo actuando por el bien común de la sociedad.
Por lo tanto debe entenderse que el factor colectivo de la cooperación como motor de desarrollo en distintas actividades, enriquece y fortalece no solo la producción de los hechos sino que colabora en la tarea de creación que necesita el ser humano para progresar en todos los niveles mejorando su calidad de vida.
Esto no es nuevo, en los Principios Cooperativos del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos aprobados por la entidad en 1.966 ya se decía: “Conciben, como objeto primordial de la cooperativa, la satisfacción de las necesidades económicas, sanitarias, educativas y culturales de sus asociados en beneficio de la comunidad”.
Entrando en el tema podemos decir que era una necesidad, porque así lo han demostrado las experiencias hasta el presente, que las cooperativas se integren verticalmente de acuerdo a las distintas ramas que las comprenden en entidades de segundo grado, para lograr y asegurar el desarrollo de la especificidad que representan a través de la economía de escala, ya sean estas propias de la actividad económica que realizan, o en defensa del régimen legal que las encuadra.
Pero la globalización por su gravitación ha instalado un nuevo escenario dentro del contexto de la economía social, con metodologías de mercado que en muchos casos distorsionan la función de las cooperativas, haciendo que esa integración vertical ya no alcance a resolver la ecuación para lo cual se constituyó.
Por lo tanto el movimiento cooperativo para sostener su presencia e incidencia dentro de la sociedad, tiene que modificar actitudes y adecuar su funcionamiento a la realidad actual sin abandonar el sentido solidario de su propuesta, incorporando tres elementos esenciales: el federalismo como instrumento ejecutor del agente colectivo; la aceptación “sine qua non” de la diversidad ideológica en sus núcleos de dirección como organismos prácticos de convivencia institucional, y la integración horizontal de las cooperativas en sus distintas ramas, permitiendo la sinergia que facilite el desarrollo conjunto de servicios que se ajusten no solo a las necesidades locales sino también al fomento regional, construyendo un sistema transversal cooperativo que conservando su pureza doctrinaria colabore en la solución de problemas, que por su importancia, trascienda a la posibilidad de alguna cooperativa en particular como tema especifico.
Esta integración horizontal no puede ni debe inquietar de ninguna manera la función de las entidades de segundo grado, sino que tiende a ampliar el espectro de complementación cooperativa que habrá de reforzar la presencia del acto solidario en los distintos ámbitos en que actúe.
Puede que estas consideraciones necesiten la apertura de un debate amplio para que puedan ser comprendidas, pero es bueno tener en cuenta que el desafío que debe enfrentar el movimiento cooperativo en esta etapa de cambios, merece el aporte de innovaciones que lo adecuen a la hora actual sin perder su esencia solidaria y su capacidad de servicio dentro del sector de la economía social.
         Segundo Camuratti


 

 

 

 

domingo, 19 de agosto de 2012

Entidad de la economia social Pra. Parte


No es fácil deducir si alcanza la influencia y el significado del espacio que pueda llenar un artículo  tratando de resumir la trascendencia que tiene la economía social en esta etapa que transita la sociedad. De cualquier manera estas cosas hay que manifestarlas cuando se está convencido que la materia es importante a tener en cuenta.
No deja de ser interesante lo que se escribe en primera instancia sobre la “economía social”, pero la experiencia nos demuestra que nunca estará dicha la última palabra sobre el  particular. Es lo suficiente valioso el tema que sobrepasa lo que se pretenda expresar en algunas carillas.
En principio, se puede decir que el propio término Economía Social puede resultar reiterativo, pues acaso toda la economía reviste un carácter social, ya que existe para satisfacer necesidades sociales, sea tanto para  fines  específicos o como medio para lograr la obtención de beneficios.
Sin embargo es una expresión que al estar instalada es  asumida plenamente  como concepto  referente del sector de la economía que engloba aquellos grupos sociales, que intentan encarar la producción y los servicios necesarios o complementarios a ella con una organización radicalmente distinta a la empresa capitalista; porque con valores  diferentes y objetivos que los sostienen, actúa como  un modelo que pone en evidencia que la racionalidad económica y el progreso social son criterios compatibles para resolver problemas de determinados estamentos sociales.
En este  universo quedan comprendidas una gran variedad de organizaciones desarrolladas por sectores sociales en actividades de muy distintas características y objetivos,  que sin ser similares,  comparten una cantidad de particularidades que se entienden como requisitos indispensables para integrar el sector de la economía social.
Sin embargo logran determinar un orden económico y social aun no totalmente conformado y alcanzado a explorar porque involucra a un ámbito subjetivo que en ninguna instancia puede ni debe ser  ignorado; nos referimos al individuo como persona y los intereses que pueden perjudicarlo o beneficiarlo  en su manera de vivir.
Por lo tanto entendemos que el campo de la economía social es amplio, a la vez muy complejo y dinámico, por lo tanto, las ciencias sociales están lejos de encontrar criterios universales para determinarlos; al sostener ser entidades sin fines de lucro, transitan en el colectivo imaginario en un espectro tan difuso que va desde los sectores marginales y pasando por el cooperativismo llega hasta las empresas públicas.
Cabe hacernos entonces aquí una pregunta que surge del análisis de situación que despierta en el individuo común cuando oye a cada instante hablar sobre la incidencia de la palabra  “globalización”, que pareciera estar de moda en la hora actual del mundo por ser el real exponente del fruto máximo de la simiente capitalista.
¿Puede tener vigencia el sector de la economía social en el estadio que envuelve  la actividad económica conocida vulgarmente como mercado?
Por supuesto estamos convencidos que sí, porque es un factor importantísimo para resolver problemas derivados de la aplicación de las políticas neoliberales durante décadas que a través de la implantación de economías de mercado generaron desempleo y exclusión social. También podemos agregar como elemento positivo de la economía social que es muy difícil encontrar en ella la intermediación parasitaria que distorsiona en beneficio propio los valores de la actividad generada.  

       Segundo Camuratti

martes, 14 de agosto de 2012

La diversidad, una utopía?


En el transcurso del tiempo  el movimiento cooperativo, otrora referente de ser el  gestor principal de la unidad en la diversidad, ha ido comprobando que la utopía se distancia de la conjugación y va  perdiendo imagen e influencia dentro de la sociedad contemporánea y esto no es hecho casual.
La modernidad  y el avance de las comunicaciones ha ido incorporando e interviniendo con velocidad en los usos y costumbres de la sociedad; a su amparo surgieron otras maneras de pensar y de actuar que fueron  modificando hábitos sostenidos firmemente dentro de la economía social como la solidaridad  y el esfuerzo del trabajo compartido que en nuestro país  posibilitaron un desarrollo sustantivo del cooperativismo en sus distintas vertientes.
La década de los años setenta comenzó a acumular la incidencia de los conceptos instalados por el  neoliberalismo a ultranza traído de la mano a través de la rotura del orden constitucional por la peor dictadura que debió soportar por varios años el país.
Vuelto el país a la plena vigencia de la constitución, los gobiernos que se instalaron por el voto popular que se sucedieron desde entonces, no se  atrevieron   a suprimir esos instrumentos legales  aplicando políticas que  se ajustaran a la realidad de las necesidades de los sectores populares, y además por que las políticas de esos gobiernos siguieron conservando la esencia  general de las leyes de la dictadura sin ánimo de cambiarlas y manteniendo el estatus quo heredado que fue consumido por un importante, en números, de gente que lo fue incorporando de motus propio por falta de otros factores que lo contrarrestasen.
Si bien es cierto que el cooperativismo no era una isla dentro de ese contexto supo mantener su estructura económica y trabajó por recomponer su entorno social dentro de la economía solidaria.
En toda su larga trayectoria el cooperativismo casi nunca se sumo a los cantos de sirena de los gobiernos de turno como movimiento, pero como siempre sucede con los seres humanos, no faltaron dirigentes que trataron de arriar a los cooperadores pretendiendo encolumnarlos detrás de proyectos partidistas afines a sus mismos intereses.
Por lo tanto sofocones de este tipo se pueden dar dentro del cooperativismo que pueden demorar su estrategia de crecimiento, pero podemos asegurar a ciencia cierta que nunca se habrá de trastocar el sentido principista de un movimiento que fiel a su doctrina humanista hizo de la unidad en la diversidad el fundamento ideológico de su base societaria y sabrá sostener el elemento  utópico que le da vida a ese sentimiento generacional de los individuos solidarios.
 Segundo Camuratti