viernes, 25 de febrero de 2011

Para releer en las vacaciones

El cooperativista no nace, se hace.

Es muy común desde el decir popular sobre la vocación exhibida por personas, “nació para ser tal o cual cosa”, apuesta remanida para calificar la actitud de aquellos que consiguieron instalarse en el candelero de los éxitos al cumplir con determinada función.

Pero en el examen que se puede hacer de la historia arrancando de muy lejos en el tiempo, la realidad nos marca concretamente que la cooperación nació de muchos factores como una concepción para cambiar el sistema de vida resolviendo necesidades de sectores importantes de la sociedad.

Desde el socialismo utópico al día de hoy, pasando a través de Owen, Saint Simón, Fourier y la Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale, el camino recorrido por el cooperativismo en nuestro país y todo lo transcurrido con posibilidades ciertas de aplicación y funcionamiento, se dieron en aras de proyectos devenidos para resolver necesidades propias de sectores importantes a través de organismos colectivos y desarrollados en la medida que la intención y la experiencia recogida en el hacer, (trasmitida muchas veces de generación en generación) fuese marcando el camino a seguir.

En el transcurso de los acontecimientos se establecieron normas que luego transformadas y fijadas como principios decían lo que se debía hacer y como se podrían llevar a cabo, y las instrumentaron para que cumplieran esos fines sin trasgredir los códigos propios que le imprimían los forjadores de las iniciativas.

Se fue generando sin habérselo propuesto originariamente quienes lo impulsaban, un sistema alternativo de economía solidaria enfrentada a la economía individual del mercado lucrativo subyacente, que marcó por su trascendencia ganar espacio dentro de las comunidades.

Es cierto y debemos tenerlo en cuenta que todo lo sucedido no fue casual, hubo ideas concretas de lo que se quería hacer.

En concurrencia, pudieron establecer definitivamente esas ideas que las necesidades no pasaban solo por resolver las penurias del individuo como tal, sino que el sistema tenía otras carencias; estas eran poder incorporar a pleno al individuo socio de una cooperativa que por sí actuaba como agente pasivo, al círculo del accionar colectivo transformándolo en actor activo del proceso cooperativo.

Para ello no existía un instrumento superior que la educación, teniendo presente que la educación era el soporte indispensable para sustituir la ecuación del conocimiento practico a través de lo didáctico referido a la esencia de la cooperación; allí comienza a emerger la educación cooperativa como elemento necesario para acompañar los procesos de desarrollo cooperativo encuadrados dentro de premisas concretas afines con los postulados de un servicio solidario.

Convencidos que el cooperativismo debía cumplir con una función transformadora en la manera de pensar de la sociedad, al incorporar el acto solidario dentro de un andamiaje colectivo influenciado por el origen individual de sus integrantes, debía de tratar de encarrilarlo aceptando y respetando la diversidad plural de los intervinientes en lo que llamaríamos la sociedad cooperativa, teniendo en cuenta las distintas lecturas que se pueden hacer de la realidad de las corrientes que se expresan en el espectro cooperativo, sin pretender uniformarlos.

Justo es de entender cuando hablamos de educación que esta debe ser la prioridad de un país que necesita desarrollarse como Nación y por lo tanto debe ser responsabilidad del Estado contribuir a su implantación desde lo público, admitiendo la participación de otros sectores en las distintas especificidades que componen el entretejido social y económico.

Segundo Camuratti

martes, 22 de febrero de 2011

Escenario de la solidaridad

Entendemos que ha llegado el momento para deducir que significa cuando ponemos bajo el rotulo de sentido solidario lo que estamos escribiendo en estos mensajes, haciendo conocer opiniones personales con planteos que pueden ser discutibles en toda instancia y dimensión, sin perder de vista el análisis del elemento subjetivo.

Hoy más que nunca se hace necesario debatir y trabajar en la difusión de las ideas, para lograr que estas se constituyan en el baluarte y el aporte del pensamiento del imaginario colectivo en el esclarecimiento sobre que modelo debe incorporar la sociedad para establecer el equilibrio social.

Debemos instalar en la conciencia el sentido de que los sectores populares sean quienes lideren los movimientos sociales –siempre los más que menos tienen- con instrumentos de transformación, es decir las ideas, reivindicando el hecho de asumir la modificación del actual sistema injusto y carente de equidad en la distribución de la riqueza, por otro más solidario.

Los cooperadores no podemos de ninguna manera, aceptar esta realidad con resignación, como una fatalidad de la naturaleza. Se debe tener claro algo que es inherente a la persona humana y que ni la revolución tecnológica ni el adelanto de la ciencia podrá reemplazar, a menos que este avance logre sustituir en todos los órdenes al individuo transformándolo en un robot; la solidaridad.

Para hacerlo más sencillo de comprender podríamos decir que debemos tener en cuenta que la solidaridad no es caridad, porque es muy frecuente comprobar que se confunden estas cualidades como sinónimos.

La solidaridad se encuadra en una acción recíproca, es dar para recibir, como un hecho propio del sentimiento humano tanto en lo material como en lo social. De la misma manera deducimos también que el trabajo, -elemento esencial en la producción de riqueza- es producto social. Por lo tanto desde distintas esferas y en múltiples actividades diferentes, todos trabajamos para el producto social.

Este producto social después va teniendo propietarios que se quedan con él y otros que se quedan sin nada, estos últimos son quienes luego de toda una vida de trabajo están en un alto porcentaje con su jubilación por debajo de la línea de pobreza junto a los restantes convertidos en indigentes o marginales, siendo éste el fenómeno más saliente de nuestra época.

Siempre a sido así en la vigencia del capitalismo, pero ahora el drama es más conmovedor que nunca, siguen faltando políticas que lleven a la reinserción social de los excluidos, porque el patrón distributivo de la riqueza instalado actualmente esta divorciado de la equidad.

Para que esto se de así, solo hay un responsable, el estado, porque no interviene como debe en la economía a través de leyes y mecanismos regulatorios, también equitativos, que permitan constituirse en el eje principal de la producción y la distribución con equidad de la riqueza.

La equidad en todos los órdenes de la vida de un país es el único argumento que nos puede llevar a incorporar la solidaridad dentro de la sociedad para lograr salidas concretas y verdaderas en la actual situación.


Segundo Camuratti

jueves, 10 de febrero de 2011

Más sobre cooperativismo

El mundo cambia y el movimiento cooperativo debe hacer todos los esfuerzos por crecer, madurar, incorporar los mejores avances de la ciencia, la tecnología, y el pensamiento social. Pero lo que no puede cambiar en el cooperativismo es esa razón de ser de su existencia que es el asociado, la gente, el pueblo;mientras estos estamentos sociales no mejoren como sociedad, tampoco podra avanzar la cooperación.

Pero el marco territorial donde actúa el movimiento cooperativo, especialmente en nuestro país muy a pesar de que pasan los años, sigue siendo una foto de la realidad vigente, tanto en lo económico como en lo social

Por lo tanto podemos decir que el movimiento cooperativo de nuestros días sigue viviendo una circunstancia implícita, crucial y decisiva de su historia: como nunca, en mas de un siglo y medio de existencia, las entidades de la economía solidaria confrontan su ideario y su gestión cotidiana con fuerzas globalizadas y avasalladoras que persiguen obsesivamente la acumulación de riqueza, el privilegio y el poder absoluto.

Sabemos desde siempre que debemos concientizar a los asociados de las cooperativas, en el sentido de que estas, deben ser instrumentos de transformación social, llevando su accionar junto con otros movimientos que también reivindican la necesidad de modificar el injusto sistema actual individualista por otro más solidario.

Menuda tarea podrá decirse en función de ello, si el encuadre de su funcionamiento no varía: mal se pueden pedir cambios cuando las condiciones siguen siendo las mismas, porque el sector no adquiere la dimensión necesaria para influir en la promoción de esos cambios.

DESDE EL ESTADO, (sí el estado con mayúsculas), no se ponen en marcha los mecanismos ya legislados, especialmente aquellos que determinan la enseñanza del cooperativismo en las escuelas con la intensidad curricular necesaria que pueda inducir a inculcar el factor solidario en el imaginario colectivo, será difícil revertir la situación.

Pareciera irreal que los encargados de utilizar las leyes para el progreso social, puedan hacer caso omiso de ellas sin importarle que la demora en ponerlas en práctica contribuyen a agravar las consecuencias de lo que hacen.

No se tiene presente la importancia de lo que significa la educación cooperativa; no lo estamos diciendo como beneficio inherente al sector cooperativo; si esto no se tiene en claro desde los factores de gobierno, estos para que están.

La enseñanza del cooperativismo en las escuelas no fue creada exclusivamente para las cooperativas; fue creada para modificar la conducta de la sociedad para torcerle el brazo al individualismo exacerbado, implantado en la historia de los pueblos por las ideologías que hicieron del desunir su trabajo esencial y predilecto, para poder reinar a espaldas de los intereses y los conceptos básicos de la convivencia social.

Esperamos que en el 2011 el acto electoral sea la bisagra que influencie a quienes están en función de gobierno para que tengan en cuenta que no hay peor gestión que la que no se hace.


Segundo Camuratti