viernes, 24 de abril de 2015

En un día como hoy


En un día como hoy 24 de abril, pero de 1867 nacía alguien, una persona de trascendencia ejemplar en la vida de nuestro país; como homenaje hacia el, es que el epígrafe de nuestro blog lo lleva  incorporado para recordárselo permanentemente a los frágiles de memoria.
Hablar de José Ingenieros significa evocar a un gran maestro  de   la   juventud   argentina   que   felizmente supo volcar una parte importante de su saber en libros que para muchos son tenidos en cuenta por la trascendencia que generaron y trascienden aun hoy, aunque muy posiblemente no se le de la importancia que estos tienen.
Hay dos de ellos que por si solos es un leal reflejo de su pensamiento y  sirvieron para encuadrar su figura  dándole la dimensión que esta merece; “El hombre mediocre” y “Las fuerzas morales” que marcaron a fuego  los pasajes de una juventud enrolada en el avance político de la construcción de los individuos con raciocinio critico.
Quienes lo siguieron como fieles discípulos de la línea marcada por sus razonamientos, supieron incluirse en el esquema viviente de acción fecunda y transparente para encarrilar a la persona humana, en la subjetividad del reconocimiento del hombre como modelo  de todas las cosas.
Los 148 años transcurridos hasta el presente deberían ser más que el recordatorio de una vida fecunda, son una advertencia a tener en cuenta para incitar a la lectura de sus escritos y empapar de sabiduría a las generaciones  corrientes para encausarlas detrás  de otra manera de pensar, creando espacios de entendimiento en la humanidad que lleven a mejorar la calidad y la condición de convivencia necesarias para edificar otro modelo de sociedad.
Segundo Camuratti

 

 

lunes, 20 de abril de 2015

Para construir el porvenir


La identidad cooperativa, sus principios y valores junto a los logros y experiencias acumuladas por el movimiento solidario que la encarna a través de tantos años, son una vertiente esencial de ese fermento incontenible que prepara el porvenir y trasciende su especifica actividad adoptando, de una vez y para siempre un doble carácter: por un lado como empresa y del otro como organización social, preocupada por los intereses de la comunidad que forma parte.
Este doble carácter de las cooperativas como empresas no lucrativas y como movimiento social, debe incidir por su experiencia lograda para encontrar salidas adecuadas a las necesidades de la sociedad, en la búsqueda de una identidad distinta a un modelo nuevo de vida.
La tarea apasionante que la convoca es de una dimensión gigantesca por sus implicancias, porque al igual que los precursores de la cooperación, el anhelo es de transformar la realidad cuando esta es injusta.
Que hace falta para lograrlo? Ante todo, la convicción de que eso es necesario y posible. Y a partir de allí, trabajar cotidianamente para hilvanar los retazos dispersos del llamado campo  popular que aun carece de proyectos comunes propios para construirlos.
Lo primario es dar la batalla cultural por una nueva cultura solidaria para  incorporar un pensamiento crítico, que desarrolle conciencia de que no es inevitable el destino de la decadencia y el sometimiento de la sociedad, al arbitrio del poder dominante de turno.
Y especialmente porque la construcción de ese proyecto superador  demanda un poder político convencido de ser capaz de hacerlo realidad y sustentarlo en el tiempo que sea necesario con unidad de criterio y constancia en la tarea.
La cooperación a dado siempre muestras concretas de su aptitud para aunar voluntades y orientar positivamente a su membresía en base a un conjunto pequeño y sencillo de principios rectores; democracia, participación, educación solidaria y preocupación por la comunidad, teniendo presente además que se debe hacer un aporte para  resolver los problemas de un mundo en crisis.
La humanidad toda enfrenta desafíos sin precedentes, cuya solución o persistencia involucra a las generaciones presentes y futuras. Se trata de una encrucijada  que plantea peligros de extrema gravedad, pero también ofrece la oportunidad de cimentar las bases para un profundo cambio civilizatorio.
En primer término urge instalar en el centro de la agenda internacional una estrategia de paz justa y duradera, sin hegemonías de ninguna naturaleza, tanto para detener los conflictos en curso, como para  terminar o prevenir enfrentamientos entre los pueblos.
Es imprescindible garantizar el cumplimiento y el goce pleno de todos los derechos humanos, incluyendo los económicos, sociales y culturales y entre ellos, uno igualmente esencial aunque no figure en los textos oficiales: el derecho a creer en las utopías que se convertirán en realidad gracias a la lucha y al esfuerzo mancomunado de millones de hombres y mujeres en todos los continentes, en cada región y además en los espacios de convivencia cotidiana.
Segundo Camuratti

 

 

 

domingo, 12 de abril de 2015

Avances que obligan a retroceder


Un paso atrás para poder dar dos para adelante, fue la falsa consigna de muchos profetas que no controlaban sus intenciones porque al no saber hacia donde ir,  partían de la duda para volver al mismo lugar.
Algo así sucede dentro del movimiento cooperativo de Argentina; nada a la deriva hacia un tobogán acuático que los puede llevar hacia las cataratas.
Allí es cuando se abandonan  los principios por los cuales  se bregó tantos años y son atraídos por las luces de colores que le ofrecían desde el facilismo político   que fueron ganándolos con conceptos abstractos para cobijarlos bajo sus alas  cediendo posiciones haciendo mutis por el foro.
Cuando las cosas andan mal en un país pareciera que todo tuviese que estar contagiado de un signo maligno que acopla los desencuentros aunque las  cosas estén separadas y no tengan nada que ver unas con otras; pero esto no puede ni debe ser así.
Por lo tanto no se le puede achacar los problemas a un solo sector para poder adjudicarle a este las culpas e insinuar  a ultranza  que es el responsable en primera instancia cuando traba la actividad de un sector de la economía en el momento exacto que existe un sinnúmero de dirigentes, que en vez de bregar y actuar para resolver los problemas  miran para el costado actuando posiblemente por acuerdos políticos personales.
Siempre lo dijimos y lo sostenemos que cuando los problemas incumben a sectores sociales y económicos con dificultades, la salida es política y resolverlos le corresponde al estado con sentido común; un sentido común actuando como  estado soberano con equidad y no obrando como comité ejecutivo de un partido político pretendiendo llevar agua para su molino, es decir votos.
Un estado que reconozca al Cesar lo que es del Cesar y al estado como arbitro en la función que debe cumplir; a menos que un partido político en vez de función de gobierno se crea dueño del estado que es de todos.
Ya hace tiempo que dirigentes  cooperativos no ejercen la función de velar los destinos  del movimiento y la pureza de su doctrina: desde el mismo momento que los subsidios del gobierno invadieron entidades cooperativas mutando la esencia de la cooperación transformándola en asistencialismo para resolver los problemas de exclusión y  muchos de sus dirigentes fueran premiados por eso con cargos políticos, que hoy les permiten vivir como personajes importantes del movimiento el jolgorio de la dolce vita; mientras la devaluada palabra cooperativismo es el paraguas que tapa su metamorfosis.
Segundo Camuratti

 

viernes, 3 de abril de 2015

Lo que nunca debe pasar al olvido


Hace demasiado tiempo lo dijimos pero es muy bueno volver a repetirlo porque pareciera que para los mensajes que molestan siempre hay oídos sordos,  y  la vorágine de los acontecimientos los deja de lado cuando se pretende violar el estatus quo.
Entendemos que ha llegado el momento de discutir de una vez por todas dentro del movimiento cooperativo la esencia de lo que significan estos mensajes; hacer conocer opiniones personales con planteos que pueden ser discutibles en toda instancia y dimensión, pero sin perder de vista el análisis del elemento subjetivo.
Hoy más que nunca se hace necesario debatir y trabajar en la difusión de las ideas, para lograr que estas se constituyan en el baluarte y el aporte del pensamiento  imaginario colectivo, en el esclarecimiento sobre que modelo debe incorporar la sociedad para establecer el equilibrio social, es decir que modelo de composición social queremos para la humanidad.
Debemos instalar en la conciencia de las personas el sentido y la necesidad de que los sectores populares sean quienes lideren los movimientos sociales –siempre los más que menos tienen- con instrumentos de transformación, es decir las ideas, reivindicando el derecho de asumir la modificación del actual sistema injusto y carente de equidad en la distribución de la riqueza, por otro más solidario.
Para disimular su condición, la intolerancia de los que niegan la transformación, fabrica argumentos cuando no los tiene para sostener al modelo, pero la historia nos enseña que se podrá atrasar el reloj pero no se puede impedir que el tiempo avance.
Los cooperadores no podemos de ninguna manera aceptar esta realidad con resignación, como una fatalidad de la naturaleza. Se debe tener en claro algo que es inherente a la persona humana y que ni la revolución tecnológica ni el adelanto de la ciencia podrá reemplazar, a menos que este avance logre sustituir en todos los órdenes al individuo transformándolo en un robot; el acto solidario.
Damos por descontado que el sujeto solidario al cual nos referimos trasciende el acto cooperativo – ya de por si incluido- ingresando dentro del quehacer de los individuos en su comportamiento de la sociedad donde habita.
Para hacerlo más sencillo de comprender, diríamos que debemos tener en cuenta que la solidaridad no es caridad, porque es muy frecuente comprobar que se confunden estas cualidades como sinónimos.
La solidaridad se encuadra en una acción recíproca, es dar para recibir, como un hecho propio del sentimiento humano tanto en lo material como en lo social. De la misma manera deducimos también que el trabajo, -elemento esencial en la producción de riqueza- es producto social. Por lo tanto desde distintas esferas y en múltiples actividades diferentes, todos trabajamos para el producto social.
Este producto social después va teniendo propietarios que se quedan con él todo, y por lo tanto otros  se quedan sin nada; estos últimos son quienes luego de toda una vida de trabajo están en un alto porcentaje con su jubilación por debajo de la línea de pobreza, junto a los restantes convertidos en indigentes o marginales, siendo éste el fenómeno más saliente de nuestra época.
Siempre a sido así en la vigencia del capitalismo, pero ahora el drama es más conmovedor que nunca; al mal llamado progresismo, (nos preguntamos de que) le siguen faltando políticas que lleven a la reinserción social de los excluidos, porque el patrón distributivo de la riqueza instalado actualmente esta divorciado de la equidad.
Para que esto se de así solo hay un responsable que es  el gobierno de turno, incluyendo a quienes lo dirigen, que no interviene como debe en la economía a través de leyes y mecanismos de regulación equitativos, que permitan constituirse en el eje principal de la producción y la distribución con equidad de la riqueza.
La equidad en todos los órdenes de la vida de un país es el único argumento que nos puede llevar a incorporar la solidaridad dentro de la sociedad para lograr salidas concretas y verdaderas en la actual situación, que a pesar de lo que digan los defensores del actual sistema que es no mala, es muy mala para amplios sectores, esos que siempre definimos como los más que menos tienen.
Para eso hay que cambiar, quiérase o no, este por otro paradigma que incorpore el acto solidario de la cooperación en la formación de un nuevo proyecto de país.
Segundo Camuratti