sábado, 27 de abril de 2013

El cooperativismo y la educacion cooperativa


El mundo cambia y el movimiento cooperativo debe adecuarse para hacer todos los esfuerzos por crecer, madurar, incorporar los mejores avances de la ciencia, la tecnología, y el pensamiento social.
Pero lo que no puede cambiar en el cooperativismo es esa razón de ser de su existencia que es el asociado, la gente, el pueblo, y mientras estos estamentos sociales no mejoren como sociedad tampoco podrá avanzar la cooperación.
Pero el marco ancestral y territorial donde actúa el movimiento cooperativo, especialmente en nuestro país muy a pesar de que pasen los años, sigue siendo una foto de la realidad vigente, tanto en lo económico como en lo social.
Por lo tanto podemos decir que el movimiento cooperativo de nuestros días sigue viviendo una circunstancia implícita, crucial y decisiva de su historia: como nunca, en mas de un siglo y medio de existencia, las entidades de la economía solidaria confrontan su ideario y su gestión cotidiana con fuerzas globalizadas y avasalladoras que persiguen obsesivamente la acumulación de riqueza, el privilegio y el poder absoluto.
Sabemos desde siempre que debemos concientizar a los asociados de  las cooperativas en el sentido de que estas  deben ser instrumentos de transformación social, llevando su accionar junto con otros movimientos  que también reivindican la necesidad de modificar el injusto sistema  individualista actual por otro más solidario.
Menuda tarea podrá decirse en función de ello, si el encuadre de su funcionamiento no varía: mal se pueden pedir cambios cuando las condiciones siguen siendo las mismas, porque el sector no adquiere la dimensión necesaria para influir en la promoción de esos cambios.
DESDE EL ESTADO, (sí el estado con mayúsculas), no se ponen  en marcha los mecanismos ya legislados, especialmente aquellos que determinan la enseñanza del cooperativismo en las escuelas con la intensidad  curricular necesaria que pueda inducir a inculcar el factor solidario en el imaginario colectivo, será difícil revertir la situación.
Pareciera irreal que los encargados de utilizar las leyes para el progreso social, puedan hacer caso omiso de ellas sin importarle que la demora es una rémora del sistema que por no ponerlas en práctica contribuyen a perjudicar y agravar las consecuencias de lo que hacen.
No se tiene presente  la real importancia de lo que significa la educación cooperativa; no lo estamos diciendo como beneficio inherente al  sector cooperativo; si esto no se tiene en claro desde los factores de gobierno, estos para que están.
La enseñanza del cooperativismo en las escuelas no fue creada exclusivamente para las cooperativas; fue creada para modificar la conducta de la sociedad para torcerle el brazo al individualismo exacerbado, implantado en la historia de los pueblos por las ideologías que hicieron del desunir su trabajo esencial y predilecto, para poder reinar a espaldas de los intereses y los conceptos básicos de la convivencia social.
Esperamos que en el 2013 el acto electoral sea la bisagra que influencie a quienes están en función de gobierno para que  tengan en cuenta que no hay peor gestión que la que no se hace.

Segundo Camuratti

 

 

 

lunes, 22 de abril de 2013

El cooperativista no nace, se hace.


Es muy común desde el decir popular sobre la vocación exhibida por personas, “nació para ser tal o cual cosa”, apuesta remanida para calificar la actitud de aquellos que consiguieron instalarse en el candelero de los éxitos al cumplir con determinada función.
Pero en el examen que se puede hacer de la historia arrancando de muy lejos en el tiempo, la realidad nos marca concretamente que la cooperación nació de muchos factores como una concepción para cambiar el sistema de vida resolviendo necesidades de sectores importantes de la sociedad.
Desde el socialismo utópico al día de hoy, pasando a través de Owen, Saint Simón, Fourier y la Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale, el camino recorrido por el cooperativismo en nuestro país y todo lo transcurrido con posibilidades ciertas de aplicación y funcionamiento, se dieron en aras de proyectos devenidos para resolver necesidades propias de sectores importantes a través de organismos colectivos y desarrollados en la medida que la intención y la experiencia recogida en el hacer, (trasmitida muchas veces de generación en generación) fuese marcando el camino a seguir.
En el transcurso de los acontecimientos se establecieron normas que luego transformadas y fijadas como principios decían lo que se debía hacer y como se podrían llevar a cabo, y las instrumentaron para que cumplieran esos fines sin trasgredir los códigos propios que le imprimían los forjadores de las iniciativas.
Se fue generando sin habérselo propuesto originariamente quienes lo impulsaban, un sistema alternativo de economía solidaria enfrentada a la economía individual del mercado lucrativo subyacente, que marcó por su trascendencia ganar espacio dentro de las comunidades.
Es cierto y debemos tenerlo en cuenta que todo lo sucedido no fue casual, hubo ideas concretas de lo que se quería hacer.
En concurrencia, pudieron establecer definitivamente esas ideas que las necesidades no pasaban solo por resolver las penurias del individuo como tal, sino que el sistema tenía otras carencias; estas eran poder incorporar a pleno al individuo socio de una cooperativa que por sí actuaba como agente pasivo, al círculo del accionar colectivo transformándolo en actor activo del proceso cooperativo.
Para ello no existía un instrumento superior que la educación, teniendo presente que la educación era el soporte indispensable para sustituir la ecuación del conocimiento practico a través de lo didáctico referido a la esencia de la cooperación; allí comienza a emerger la educación cooperativa como elemento necesario para acompañar los procesos de desarrollo cooperativo encuadrados dentro de premisas concretas afines con los postulados de un servicio solidario.
Convencidos que el cooperativismo debía cumplir con una función transformadora en la manera de pensar de la sociedad, al incorporar el acto solidario dentro de un andamiaje colectivo influenciado por el origen individual de sus integrantes, debía de tratar de encarrilarlo aceptando y respetando la diversidad plural de los intervinientes en lo que llamaríamos la sociedad cooperativa, teniendo en cuenta las distintas lecturas que se pueden hacer de la realidad de las corrientes que se expresan en el espectro cooperativo, sin pretender uniformarlos.
Justo es de entender cuando hablamos de educación que esta debe ser la prioridad de un país que necesita desarrollarse como Nación y por lo tanto debe ser responsabilidad del Estado contribuir a su implantación desde lo público, admitiendo la participación de otros sectores en las distintas especificidades que componen el entretejido social y económico.
     Segundo Camuratti

sábado, 6 de abril de 2013

Compendio cooperativo


De más de un siglo y medio a esta parte el cooperativismo se fue constituyendo en uno de los grandes ideales humanos que coinciden hoy con las aspiraciones profundas de los pueblos,  que por las exigencias del  tiempo y las necesidades no cubiertas se fue nutriendo de una herencia cultural y valores fundamentales singulares , que al encontrar una clase dirigente capaz y competente convencida de plasmarla,  realizó el milagro de incorporar el acto solidario de su esencia colectiva venciendo al individualismo propio de la sociedad, y la llevo a transformar el trabajo en un servicio cambiando las reglas económicas de la sociedad.
Sin embargo  se debe considerar seriamente que las cooperativas no fueron entidades desarrolladas para resolver los problemas de crisis sociales dentro de los procesos económicos, tenían el objetivo de ser la base de  sostenibilidad en el desarrollo de economías mas igualitarias en países de cualquier signo político, aportando salidas colectivas que hacen al bien común y siempre anhelaron ser instrumentos de responsabilidad social y equidad distributiva entre la membresía, es decir los asociados de las mismas.
Por esto no fueron  hechos casuales pero si encomiables que las cooperativas lograran estructurar un sistema económico que aún funcionando sin fines de lucro en economías de mercado, representen además un modelo que por su práctica democrática no sólo en la conducción empresarial, sino en la distribución de la riqueza, ha demostrado que con su efecto social puede fortalecer de manera integral a los sectores pequeños y medianos de la producción y los servicios, demostrando otra forma de encarar la vida humana.
Para disimular esas condiciones, el individualismo capitalista manifiesta su intolerancia ante el colectivismo cooperativo fabricando argumentos cuando no los tiene para frenar el avance de la cooperación, pero la historia enseña que se podrá atrasar el reloj pero no se  puede impedir que el tiempo avance. Así sea obvio: la historia continúa, no terminó ni terminará en ninguna estación prefabricada.
Estamos transitando una etapa complicada por oportunidades y amenazas que al mismo tiempo nos habilitan y nos exigen que cumplamos nuestro rol activamente como cooperativistas, para que este sector de la economía social no sea utilizado por algunos como una herramienta de explotación o evasión, o al mismo tiempo, que otros lo usen para amortiguar el conflicto social desvirtuando la autogestión autentica y la genuina cooperación.
La confianza es el factor colectivo que representa la columna vertebral en el funcionamiento del quehacer cooperativo, dentro de ese imaginario conceptual no entran como excusas los olvidos ni las casualidades para desvirtuarla; las decisiones que se toman son causales de los efectos que se generan en la cooperativa, aunque se pretenda luego disfrazar los resultados. Axioma que siempre se debe tener en cuenta.
         Segundo Camuratti