jueves, 28 de noviembre de 2013

Lo que nunca debe pasar al olvido


Hace demasiado tiempo lo dijimos pero es muy bueno volver a repetirlo porque pareciera que para los mensajes que molestan siempre hay oídos sordos,  y  la vorágine de los acontecimientos los deja de lado cuando se pretende violar el estatus quo.
Entendemos que ha llegado el momento de discutir de una vez por todas dentro del movimiento cooperativo la esencia de lo que significan estos mensajes; hacer conocer opiniones personales con planteos que pueden ser discutibles en toda instancia y dimensión, pero sin perder de vista el análisis del elemento subjetivo.
Hoy más que nunca se hace necesario debatir y trabajar en la difusión de las ideas, para lograr que estas se constituyan en el baluarte y el aporte del pensamiento  imaginario colectivo, en el esclarecimiento sobre que modelo debe incorporar la sociedad para establecer el equilibrio social, es decir que modelo de composición social queremos para la humanidad.
Debemos instalar en la conciencia de las personas el sentido y la necesidad de que los sectores populares sean quienes lideren los movimientos sociales –siempre los más que menos tienen- con instrumentos de transformación, es decir las ideas, reivindicando el derecho de asumir la modificación del actual sistema injusto y carente de equidad en la distribución de la riqueza, por otro más solidario.
Para disimular su condición, la intolerancia de los que niegan la transformación, fabrica argumentos cuando no los tiene para sostener al modelo, pero la historia nos enseña que se podrá atrasar el reloj pero no se puede impedir que el tiempo avance.
Los cooperadores no podemos de ninguna manera aceptar esta realidad con resignación, como una fatalidad de la naturaleza. Se debe tener en claro algo que es inherente a la persona humana y que ni la revolución tecnológica ni el adelanto de la ciencia podrá reemplazar, a menos que este avance logre sustituir en todos los órdenes al individuo transformándolo en un robot; el acto solidario.
Damos por descontado que el sujeto solidario al cual nos referimos trasciende el acto cooperativo – ya de por si incluido- ingresando dentro del quehacer de los individuos en su comportamiento de la sociedad donde habita.
Para hacerlo más sencillo de comprender, diríamos que debemos tener en cuenta que la solidaridad no es caridad, porque es muy frecuente comprobar que se confunden estas cualidades como sinónimos.
La solidaridad se encuadra en una acción recíproca, es dar para recibir, como un hecho propio del sentimiento humano tanto en lo material como en lo social. De la misma manera deducimos también que el trabajo, -elemento esencial en la producción de riqueza- es producto social. Por lo tanto desde distintas esferas y en múltiples actividades diferentes, todos trabajamos para el producto social.
Este producto social después va teniendo propietarios que se quedan con él todo, y por lo tanto otros  se quedan sin nada; estos últimos son quienes luego de toda una vida de trabajo están en un alto porcentaje con su jubilación por debajo de la línea de pobreza, junto a los restantes convertidos en indigentes o marginales, siendo éste el fenómeno más saliente de nuestra época.
Siempre a sido así en la vigencia del capitalismo, pero ahora el drama es más conmovedor que nunca; al mal llamado progresismo, (nos preguntamos de que) le siguen faltando políticas que lleven a la reinserción social de los excluidos, porque el patrón distributivo de la riqueza instalado actualmente esta divorciado de la equidad.
Para que esto se de así solo hay un responsable que es  el gobierno de turno, incluyendo a quienes lo dirigen, que no interviene como debe en la economía a través de leyes y mecanismos de regulación equitativos, que permitan constituirse en el eje principal de la producción y la distribución con equidad de la riqueza.
La equidad en todos los órdenes de la vida de un país es el único argumento que nos puede llevar a incorporar la solidaridad dentro de la sociedad para lograr salidas concretas y verdaderas en la actual situación, que a pesar de lo que digan los defensores del actual sistema que es no mala, es muy mala para amplios sectores, esos que siempre definimos como los más que menos tienen.
Para eso hay que cambiar, quiérase o no, este por otro paradigma que incorpore el acto solidario de la cooperación en la formación de un nuevo proyecto de país.

Segundo Camuratti

 

viernes, 15 de noviembre de 2013

Cooperativismo, juventud y la sociedad


Es lógico pensar que con el correr de los años se van dando dentro de la condición humana, los cambios generacionales que logran que no todos los actores tengan la vivencia ni el conocimiento del tiempo pasado; estos son  actores sociales que definimos como la juventud, porque en su mayoría son seres que no cargan en su mochila los éxitos, los desaciertos y las frustraciones de sus mayores y por lo tanto, no les pesa tanto la historia.
El movimiento cooperativo debe ver en los jóvenes no solo las reservas que vayan tomando la posta de mano de los veteranos impulsores del movimiento, sino sobre todo y posiblemente ya mismo, en su propia condición de juventud para convertirse en activos protagonistas de la labor cooperadora.
En tanto debemos conseguir por parte de los adultos que los jóvenes se incorporen y que lleguen con su impaciencia y con su inmadurez, pero que lleguen, sobre todo con su innegable cuota de vocación de servir al pueblo, de abnegación, de espíritu creador, de desinterés y de patriotismo.
Lo que sucedió en el país a partir del 24 de marzo de 1976, con la instalación de la dictadura militar aunque parezca lejano, resintió la actividad de la juventud no solo en las entidades cooperativas sino en la mayoría de los lugares donde estas actuaban, sin embargo cuando llegado el momento, muchos de los jóvenes acompañaron el proceso de transformación.
Pero también es bueno  recordar, sin pretender hacer historia, que en el XXVIII Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional en 1984, en una de las resoluciones adoptadas se decía enfatizando, “el hecho de que los jóvenes ahora desean participar directamente en la realización del cambio renovador nacional e internacional, haciendo su contribución para la construcción de su propio futuro, al cual se los llama a vivir y trabajar”, decidiendo además, que el año 1985 sea declarado como “Año Internacional de la Juventud”.
La juventud   demostró siempre en los hechos, estar dispuestos a contribuir a afianzar en su sector el rasgo indeleble de la cooperación, la solidaridad.
Debemos preguntarnos entonces, es necesario el funcionamiento de Comisiones Juveniles en las entidades cooperativas? Si analizamos la  situación podemos decir que si.
Pero eso no es todo, esos jóvenes no son una isla dentro de la sociedad y la mayoría de ellos de una u otra forma, están militando en movimientos sociales conociendo en profundidad los problemas de su sector social y participando para solucionarlos, -no solo a través del asistencialismo, que no estaría mal si fuese por corto tiempo- porque educados en el principio básico de la cooperación, la solidaridad, lo están aplicando. Sin dejar por supuesto el estudio y las recreaciones propias de su edad.
Esta tarea conjunta que realizen, cooperación-movimiento social, pueden llegar si tienen apoyo de los adultos, a enaltecer la calidad de una nueva clase dirigente dentro del movimiento cooperativo y la sociedad.
A través de la educación que les brinda la cooperativa  y el ejercicio de la cooperación muchos jóvenes también se pueden constituir en dirigentes sociales con base solidaria, que al actuar en los sectores sociales y precisamente junto al movimiento cooperativo, contribuirán a la construcción de un nuevo tejido social.
El cooperativismo y la sociedad necesitan, hoy más que nunca, una simbiosis generacional para afrontar los desafíos del mundo actual.

        Segundo Camuratti

 

domingo, 10 de noviembre de 2013

El valor de las palabras


Aunque parezca superfluo muchas palabras no adquieren el valor absoluto cuando  se las dice o se las escribe si no están acompañadas del adjetivo que determine hasta donde llega su influencia.
La palabra democracia es una de ellas porque se la incorpora en el léxico y se la toma como el súmmum de una acepción totalizadora del significado que se pretende darle.
Cuando en función de gobierno se incorpora la palabra democracia se da por sobre entendido que se aplica como referente máximo del reaseguro que tiene el individuo para el goce pleno de los derechos.
Y esto no es así, porque debería estar acompañada del adjetivo que le marque donde comienza y termina su función para que se entienda lo que quiere decir.
Porque si no solo define una doctrina política a favor del sistema de gobierno en que el pueblo ejerce la soberanía mediante la elección libre de sus dirigentes.
Luego estos dirigentes en nombre de esa democracia son los que gobiernan y el pueblo es solo espectador pasivo de lo que ellos hacen.
No pretendemos hacer juego de palabras pero si demostrar el valor que se le adjudica a la palabra, que incorporada, no dice claramente lo que representa; no es el súmmum de la garantía universal, solo una parte.
Democracia es una cosa cuando va adjetivada por representativa, otra por republicana, o participativa o distributiva; ese arco lingüístico tiene que unirse para darle  el contenido y la garantía que debería tener el individuo cuando se la expresa en función de actos de gobierno con vigencia plena para asegurar beneficios al individuo.
En cambio otras palabras llenan ese arco que decíamos anteriormente porque son totalizadoras en cuanto a la función que cumplen.
Una de ellas es la palabra cooperación y sobre ella queremos explayarnos para demostrar la incidencia que  tiene cuando se la pronuncia y se la ejerce.
La cooperación representa en si un factor incluyente que lleva inmerso el esfuerzo propio y la ayuda mutua en cualquier cosa que se instale en el imaginario colectivo para mejorar la vida de las personas, cerrando el capitulo para lograr el goce del individuo contribuyendo a resolver  los cuatros adjetivos; republicana, participativa, distributiva y además representativa porque incorpora el elemento fundamental cuando admite la unidad en la diversidad superponiendo el verbo convivir por sobre el valor político.
Cuando se habla de cooperación se instala el alo que cierra la acepción indicativa que abarca todo, el uno y lo otro, como expresión máxima de la tolerancia al interpretar el conjunto de valores que contribuye a solucionar las necesidades que llevan implícito al goce del individuo en un distinto modelo  que al ser compartido contribuye a  armonizar la vida.
Por lo tanto cuando se instala la palabra cooperación es el indicativo claro de que el individuo puede lograr alcanzar todo lo que se propone sin tener que adjetivarla, adquiriendo así un valor absoluto.

Segundo Camuratti

viernes, 1 de noviembre de 2013

Construir con sentido solidario


No es la primera vez que hablamos sobre el tema de la solidaridad en nuestro espacio, tampoco va a ser la última, porque de no hacerlo estaríamos negando principios claros que hemos sostenido durante muchas décadas.
También es lógico pensar que el supuesto que pregonamos no va ser fácil instalar en una sociedad sometida, igualmente por varias décadas, por la presión emanada de una ideología que lleva inmersa en su esencia el factor del individualismo como actor principal de su naturaleza de origen.
Pero como el ideario cooperativo se nutre de un pensamiento distinto sobre el modelo de sociedad que debe asumir la persona humana para mantener su vigencia y la vivencia de la misma, es quien debe tratar de hacer posible lo imposible buscando todos los medios a su alcance, para encolumnar a quienes asuman la difícil tarea colectiva de avanzar en la intención de  lograrlo.
Entendemos por lo tanto que este es un momento adecuado porque la etapa eleccionaria recién terminada abre perspectivas por el cambio de personas  que pueden llegar también a implantar otros mecanismos que el país necesita para renovar  no solo consignas, sino  además esquemas y modelos de conducción.
Es el factor colectivo de la cooperación como motor de desarrollo en distintas actividades, el que enriquece y fortalece no solo la producción de los hechos, sino que colabora en la tarea de la creación  que necesita el ser humano para progresar en todos los niveles.
De la misma manera que en su momento dijimos que el cooperativista no nace, sino que el mismo se hace, hoy decimos que la solidaridad se construye paso a paso con los mismos argumentos expuestos anteriormente como factor colectivo; si actuamos igual todo se puede lograr.
Por lo tanto  la cooperación bien entendida debe convertirse  en la verdadera antitesis del individualismo neoliberal  modificando la manera de pensar de los individuos en la cruzada  de solidarizar el contexto social actual para transformar la realidad.
Decimos esto porque debe existir una base teórico práctica  que en el día de hoy  solo la tienen las cooperativas como verdaderos exponentes de la unidad en la diversidad, por ser esta  la única herramienta que ha logrado ser funcional y armónica al permitir convivir a los individuos en el medio multifacético del mundo actual para lograr un país mejor.                             
Analizando la historia, en el Congreso Centenario de la Alianza Cooperativa Internacional en 1.995, se ajustan a la realidad de un mundo cambiante algunos de los Principios Cooperativos, especialmente el séptimo, e incorpora dentro de los valores que le dan vida al mismo cuatro palabras que llevan a institucionalizar con fuerza de ahí en más el acto solidario; “preocupación por la comunidad”. 
Si partimos de la base del séptimo principio de la cooperación que recomienda la preocupación de lo cooperativo por la comunidad dentro del contexto social, notamos que la actividad de la cooperativa no termina  resolviendo la necesidad de la membresía como un fin en si mismo, porque  trasciende por reflejo  sobre el bien común de la sociedad en el impulso de incorporar en la actividad cooperativa la actitud solidaria.
Esto lleva a lograr espacios de integración en objetivos comunes  compartiendo ámbitos vivenciales con métodos sensibles, cuyos  contenidos temáticos pueden introducir aspectos de socialización en la estrategia cooperativa.
La construcción de nuevos modelos requiere además la asistencia de factores de trascendencia  como la educación, que haga centro y ponga  énfasis en tres pilares esenciales; tales como el pensar, el sentir y el hacer de la sociedad
Una educación que lleve a terminar con el tradicional no se puede y resuelva la controversia “adultos-juventud”  incorporando de una vez por todas a los jóvenes en la tarea y la conducción de la cooperativa formando nuevos dirigentes, para un movimiento que necesita abrir nuevos espacios ideológicos y sociales.

Segundo Camuratti