El
motor de despegue del movimiento cooperativo nunca puede ser el no se quiere o
el no se puede, hechos que certifican la historia lo dicen porque la
cooperación nace sembrando en campo virgen; cuando se inicia la revolución
industrial en el mundo fueron quedando miles de victimas en el camino y el
cooperativismo fue el único servicio de “ambulancias” que recogiendo los
heridos fue habilitando la solidaridad y la ayuda mutua como elementos fundamentales
dentro de la sociedad tratando de cambiar el sistema.
Esto
lo decimos de muchos años a esta parte que la cooperación es algo más que
resolver los problemas de inclusión, que incorporando esquemas sociales y económicos
fue transformándose en un ente superior: UNA ESCUELA DE VIDA.
La
cooperación debe ser la luz que alumbra el final del túnel para cambiar el
sistema impuesto en la mayoría de los países del mundo actualmente, y ese es el
desafío más importante que tiene y que debe encarar para volver a demostrar que
el acto solidario y la unidad en la diversidad es la esencia de la salida de problemas
que son mundiales.
Como
la caridad bien entendida comienza por casa es el cooperativismo argentino, el
de los pantalones largos, que debe encolumnarse a través de todas las entidades
representativas del movimiento tras los problemas de la sociedad, buscando las
soluciones que hoy no atiende la política.
Aquellos
legisladores que se precian de ser representantes de la cooperación deberían
ser los primeros que induzcan con un llamado de atención, al movimiento
cooperativo en su conjunto para lograr la integración de los mismos que
permitan constituir el bastión inexpugnable que desde el, permita instaurar el
acto solidario ínter cooperativo como base fundamental de los elementos necesarios para establecer la
integración, cediendo lo que a cada cual le toca ceder en la cruzada
integradora, en una tarea ardua por supuesto pero que nunca será el no se puede lapidario.
Se
debe ser fiel a la historia, fue el trabajo manual de los obreros que en 1844
abrieron la puerta de la cooperación en Rochdale, el nacimiento institucional y
colegiado de la cooperación que inició la tarea de reconstruir sectores
importantes de la sociedad.
Si antes
fue la tarea ciclope de visionarios buscando salidas a los marginados de la
revolución industrial, ahora deben ser los cooperadores instruidos como tales que
tomen las armas pacificas para modelar un sistema altruista, que permita la
distribución más equitativa de la riqueza y que además contribuya a afianzar el
acto solidario dentro del movimiento cooperativo como entidades, para que
después las mismas lo vuelquen a sus asociados.
Ese
entendimiento de las distintas ramas de la cooperación debe ser la llave de doble vuelta: una para lograr la
integración vertical en primera instancia de cada rama del movimiento, y la
segunda vuelta debe ser la integración horizontal de las cooperativas para
atacar los problemas regionales del federalismo resolviendo los procesos
sociales y económicos que el estado no sabe o no quiere resolver.
El
cooperativismo conoce, más que la política, los nudos gordianos que traban los
movimientos sociales y la economía que afectan a múltiples sectores de la
sociedad en el extenso territorio del país.
Segundo
Camuratti