Posiblemente la palabra del epígrafe no sea la más adecuada para
desarrollar un tema importante, que para algunos comienza a ser preocupante por
el cariz que van tomando los acontecimientos relativos al estancamiento que se observa
en el esquema actual del movimiento cooperativo al parir alternancias que nada
se asemejan al encuadre legal de la ley
20.337.
Como cruel metáfora se sigue insistiendo en crear organismos
ambivalentes que no se condicen con la ley, subvirtiendo los principios de la
misma y creando organigramas de
servicios sin sentido para esconder subsidios que sostienen una irreal
distribución de la riqueza, simulando
operatorias que nada tienen que ver con el genuino crecimiento del empleo, disfrazando la realidad con asistencialismo
de diversas procedencias al modificar escenarios con conceptos erróneos.
Ya estamos cansados de decirlo que nunca nos opondremos a todo lo que
pueda hacerse para resolver problemas circunstanciales que posibiliten llenar
los vacíos que deja la pobreza, pero de allí a distorsionar las reglas hay mucha
diferencia.
Cuando se llega a transitar tiempos complicados y
atravesados por oportunidades y amenazas, estas nos obligan y a la vez nos
exigen a cumplir nuestro rol activamente
como cooperativistas, colaborando en el afán de que este sector de la economía
social no sea utilizado por algunos como una herramienta de explotación o
evasión, o al mismo tiempo que otros lo usen para amortiguar el conflicto
social, desvirtuando la autogestión autentica y la genuina cooperación.
La discusión
aparece cuando dentro del sistema cooperativo emerge la duda de si lo que se
hace desde un tiempo prolongado a esta parte pertenece y se corresponde con la
identidad de la entidad cooperativa.
Se está utilizando
sin pagar “royalty” un sistema económico social que ha demostrado, todo lo que
se puede hacer con la gestión colectiva del individuo trabajando para el y la
comunidad, para incluir a sectores negados por sistemas imperantes en el mundo y
por ende en nuestro país de un mejor disfrute de la vida.
No hay
claridad si no existen principios; estos son los que guían los proyectos que
desarrollan los entes considerados ejes donde rotan las ideas solidarias, con
argumentos que hacen a la grandeza humana del verbo convivir.
Siempre sostuvimos que el cooperativismo es una doctrina fundada
en una serie de valores, una propuesta organizativa y de gestión centrada en la combinación de eficiencia y
democracia al interior de las entidades solidarias, una perspectiva política que
asume un fuerte compromiso con la construcción de sociedades igualitarias
centradas en la ayuda mutua y el esfuerzo propio, una tradición que se reconoce
en su propio desarrollo histórico, un movimiento social y unas prácticas que
constituyen la extensión y recreación de sus valores y principios y un proyecto
de amplios alcances filosóficos, políticos, económicos, culturales y sociales.
Se pueden desarrollar muchas entidades para resolver
situaciones imperantes en el país, y en
buena hora que puedan hacerse, pero no se pueden clasificar con el nombre de cooperativismo
porque sería menoscabar un sistema que tiene sello propio.
Segundo Camuratti