Axioma que siempre deben tener en
cuenta aquellos que se proclaman ser cooperadores.
La confianza es el factor colectivo que representa
la columna vertebral en el funcionamiento del quehacer cooperativo, dentro de
ese imaginario conceptual no entran como excusas los olvidos ni las
casualidades para desvirtuarla; las decisiones que se toman son causales de los
efectos que luego se generan en el acto cooperativo, aunque se pretenda luego
disfrazar los resultados.
La base de sustento de la cooperación ha sido y
será siempre la correcta aplicación de los valores y principios que privilegian
lo colectivo por sobre lo individual, enmarcados dentro del universo conceptual
de la solidaridad, precepto único que no admite la alquimia de pretender
integrar al sujeto, o sea la persona humana, con el capital en una mixtura
ambivalente que jamás podrá fraguar.
En definitiva, debemos tener presente que son
únicamente esos principios cooperativos los encargados de amalgamar lo
económico con lo social; por lo tanto en la medida en que no sean saldadas las
viejas cuentas de la sociedad, en la medida en que la justicia social y la
solidaridad sigan siendo sólo un objetivo a cumplir solo virtualmente, y en la
medida en que el disfrute del progreso y la tecnología no sea un justo bien de
los pueblos, la cooperación como transformadora de la sociedad seguirá teniendo
plena vigencia.