domingo, 16 de septiembre de 2012

Cercanos a fin de año


 

A la vista ya del fin de año se hace necesario e importante elaborar un análisis sobre la situación y las perspectivas del movimiento cooperativo y es nuestro deber hacerlo. Estamos observando la existencia de una revalorización, desde hace un tiempo si se quiere prolongado, del cooperativismo.
Desde  las organizaciones sociales y desde la sociedad misma se expresa también el reconocimiento y la importancia adquirida por la economía social y solidaria.
Entendemos que ha dejado de ser cosa rara en el ideario colectivo, el tema de la cooperación y de la economía social. Esto ha sido producto, probablemente, de la sucesión de crisis que ha sufrido nuestro país y de la capacidad de respuesta que ha demostrado el sector de la economía solidaria.
La expansión del concepto y su concepción altruista constituye una oportunidad y una amenaza al mismo tiempo, que nos faculta a pensar que ésta debe bregar para cumplir un rol positivo y activo dentro del movimiento cooperativo en su accionar, pero además, cuidar para que el sector no sea utilizado como una herramienta de explotación o evasión, o que al mismo tiempo sirva solo para amortiguar el conflicto social.
Integrantes de la sociedad e inmersos en ella, los cooperadores deben esforzarse por instalar en la conciencia cooperativa el factor determinante que conlleve a producir un cambio cultural de transformación social.
Es por ello, que el solo hecho de estar vinculados al servicio de esa sociedad que mencionamos, los cooperadores estamos habilitados para opinar con autoridad, sobre los aciertos y los errores que se generan en la conducción del país en todos los niveles de dirección y ofrecer propuestas concretas para atacar los problemas que de una u otra forma, afectan a vastos sectores de la sociedad.
Haciendo nuestro el principio fundamental que esgrime la cooperación, el interés por la comunidad, nos llevó siempre la necesidad de involucrarnos y hacer frente desde las ideas, cosa esencial, a los problemas sociales relacionados con los aún altos índices de pobreza e indigencia, la extrema desigualdad, las diversas formas de discriminación y la exclusión social que muchos pretenden ignorar con índices disfrazados.
Las cooperativas han demostrado ser actores imprescindibles en la construcción de alternativas que lleven a los países a lograr equilibrios sociales que nos conduzcan a una más equitativa distribución de la riqueza.
El doble carácter de la cooperativa, entendidos estos como empresa eficiente y movimiento social, nos permite analizar y entender desde el punto de vista de la solidaridad, que otro modelo de país más solidario es posible.
Por lo tanto los cooperadores en nombre de su adhesión implícita en el devenir cooperativo, tiene y está en condiciones de desarrollar proyectos destinados a promover una estrategia de cambios esenciales, inspirados en los valores de la solidaridad, la justicia y la democracia, en la búsqueda de una proyección que permita construir una Argentina capaz de garantizar la justicia social para todos, a través de una equitativa distribución de los ingresos que asegure una vida digna para el conjunto de la población.
En concreto, se trata de asegurar la alimentación, el trabajo decente, la salud, la educación y la vivienda para todos que no es poca cosa.
Al mismo tiempo, es clave para el presente y el futuro del país el ejercicio pleno de la soberanía en todos los niveles, para insertarnos en el mundo contemporáneo a partir de una estrategia verdaderamente patriótica, con independencia y dignidad.
Este es, en principio, el escenario en el cual nos encontramos y frente al cual, como individuos preocupados por la sociedad, debemos intensificar nuestra creatividad y el protagonismo desde la cooperación con el consenso de la sociedad.
Las herramientas a utilizar para llevar a cabo tamaño emprendimiento son muchas y variadas, pero lo importante es lograr la alineación de todos aquellos sectores que, con unidad en la diversidad, (muy promocionada   pero no puesta en practica), estén dispuestos a poner manos a la obra y trabajar por un estadio común.
Cuando decimos unidad o integración no significa que se pretenda eliminar las diferencias para concretarla, sino reconociéndolas y respetándolas, trabajar juntos por un proyecto que debe ser común. Mientras tanto lo ideal sería el continuar embarcados en la actividad principal que es la batalla cultural; porque nada se podrá lograr si el imaginario colectivo no recobra la capacidad de memoria y el interés por pensar.
La batalla cultural nos tiene que llevar a buen puerto si la ponemos en práctica cotidianamente, porque si somos capaces de modificar la manera de pensar, si nos convencemos que el individualismo extremista y exacerbado es nocivo, y afirmamos el derecho de las personas a su individualidad en un contexto de solidaridad, fraternidad y socialización, habremos recorrido la mitad del camino para llegar al cambio cultural.

Segundo Camuratti

lunes, 10 de septiembre de 2012

Para que no haya malos entendidos


Cuando se ha transitado cerca de medio siglo dentro de un movimiento cooperativo inspirado en claros principios institucionales, se han visto y escuchado tantas cosas, que memoria de por medio, nos habilita para elaborar opiniones sobre temas que el imaginario colectivo honesto y sincero del integrante común del movimiento cooperativo debe discernir donde empieza y termina el acto solidario de la cooperación.
Jamás en su larga trayectoria de casi dos siglos el cooperativismo  admitió  las medias tintas, por eso estableció sus códigos funcionales a través de la elaboración de sus principios, que con ajustes en el tiempo para mejorarlos aun siguen vigentes.
Sabedores por experiencia que nada es eterno, que el mundo en su avance cambia modelos de vivencia y convivencias, posiblemente en alguna instancia precisa tendrá que modificar o cambiar  cosas para ajustar su funcionamiento a las necesidades humanas de ese nuevo mundo, pero nunca dejará de establecer principios claros sobre su visión y misión que no serán otras que mejorar la situación de vida de quienes se cobijen en el.
Pero lo que se vive actualmente es la realidad existente de un movimiento que aglomera en argentina 10 millones de adeptos y eso es bueno; debemos tenerlo en cuenta porque resulta un buen botín para piratas sociales que quieran apropiarse de el con fines no  confesos.
Cuando en los países florecen las dificultades, por mala praxis de los gobiernos o por los desastres de la naturaleza, algunos conductores solo pretenden salvar lo que se pueda, sin equidad ni ejercicio social; cualquier medida que permita soportar el temporal es buena, así se tergiverse lo construido.
Lo dijimos desde antaño, la cooperación no es caridad y para que esta sirva para la sociedad debe mantenerse dentro de la estructura principista que la contiene, con actitudes genuinas y colectivas, entendiendo que la principal virtud es su funcionamiento y administración  gestionada por los propios asociados, inmersos en el acto solidario de dar para recibir.
Por lo tanto no puede ni debe exigir subsidios para funcionar;  necesita leyes adecuadas para poder funcionar dentro de un determinado esquema social que respete su esencia y si llegase a necesitar apoyo del estado, estos deben ser desarrollados de acuerdo a su carácter intrínseco colectivo que pueden ser  los créditos especiales y/o promociónales como cualquier emprendimiento social y deben ser devueltos al estado  o a quien  los aporta.
Hasta ahí tenemos la figura cooperativa encuadrada en los cánones clásicos de la cooperación, que le ha dado vida y crecimiento hasta el presente.
Pero los países tienen además otras necesidades y una mirada propia sobre como resolver las situaciones generales que lo afecten en determinados momentos de la historia; especialmente la exclusión social, la indigencia, la pobreza, etc. y en su afán de resolver los problemas correspondientes al estado mezclan los tantos; en vez de incorporar nuevas ideas  copia mal las que ya tiene en esos casos   optando livianamente por aquello de “para que inventar  lo que se tiene a mano” desvirtuando la escena cambiando la cooperación por asistencialismo sin equidad.

Segundo Camuratti

 

 

 

 

sábado, 1 de septiembre de 2012

Entidad de la Economía Social Parte Final


Incursionando en la historia de los acontecimientos pasados, encontramos que la  economía social aparece en escritos como proyecto de la sociedad, en tiempos contemporáneos a la instalación orgánica de la cooperación por los Pioneros de Rochdale, prácticamente en la misma década del siglo XIX, y se ha ido instalando  despaciosamente no adquiriendo nunca la proyección que logró el movimiento cooperativo.
La complejidad de su amplio contorno hace difícil, pero no imposible, determinar donde comienza y termina la economía social.  Cuando el transcurso del tiempo da por tierra con la vigencia de la conjunción economía-política,  al abrirse este enlace, consigue  que lo político solo no logre mensurar la magnitud que la economía tiene en lo social, tanto en la cantidad de personas que la integran como en el producto bruto que generan y  que aportan a la sociedad estos sectores.
El hecho de que si bien es reconocida como sector económico y social esta concebida en una diversidad de estructuras  que le han impedido asumir una identidad especifica, tal es así, que en la mayoría de los casos se entiende  como condición propia  de la  relevante figura jurídica del cooperativismo, cosa que no es así.
Por lo tanto es dable discernir que posiblemente la falta del soporte legal que encuadre esa diversidad particular sea uno de los factores que han impedido hasta el momento que sea tenida en cuenta como corresponde.
A pesar de ello podría decirse que igual lograron expandirse en un universo que trasciende las fronteras de infinidad de países adoptando múltiples facetas que en algún momento deberían ser determinadas  para que adquieran  identidad propia.
Sería bueno que por lo menos en nuestro país, quienes  están asumiendo la responsabilidad de legislar lo tengan en cuenta, analizando el tema  con elementos que numéricamente comprendan tanto lo económico  como su incidencia en lo social.
Si lo hacen van a comprobar que hay demasiados  elementos no tenidos en cuenta que pueden ser factores importantes para lograr una distinta distribución de la riqueza y una baja considerable del índice de  pobreza.
Por ser determinantes en el eslabón de la cadena que coadyuva en la tarea de inclusión de sectores marginados del sistema deberían   tener el reconocimiento por la función que cumplen en la economía respondiendo también a resolver problemas sociales y cumplir un rol fundamental en el diseño de un nuevo modelo de país, si se las sabe interpretar como motores de un sector social incluyente dentro de la sociedad, en la intención de contribuir al cambio social.
Entendemos que a llegado la hora de pensar subjetivamente que si la urgencia de lo global es importante, mas vital es lo local cuando los afectados son los sectores menos favorecidos dentro de la sociedad.
El amplio espacio que surgiendo desde la marginalidad atraviesa además el ámbito solidario de la cooperación hace imprescindible que se contemple la conexión  con el circuito público vinculado al sector de los servicios para que la ecuación cierre.
Esto permitirá establecer un sector de “Economía Social”, definido claramente como las “Empresas públicas y las solidarias”, en la creencia de que pueden cumplir un cometido significativo en los sectores estratégicos, constituyendo  una economía que se desarrolle como ariete para demoler la muralla que lleve a una mejor distribución de la riqueza, llevando al individuo a cumplir con la función que dignifica al ser humano: el trabajo, abandonando el asistencialismo.
Cuando la inteligencia y la conciencia colectiva de la política legislativa deje de lado  la parodia del no-quórum como acto público, y se dedique a trabajar conjuntamente a través del consenso por el bien del país respetando las diversidades, tendremos una ley para este sector y otras leyes necesarias que el tiempo actual exija.

Segundo Camuratti