lunes, 26 de noviembre de 2012

La educación cooperativa en las escuelas 1° Parte

No cabe ninguna duda que el tiempo pasa y todo sigue igual como era entonces;  hay leyes que pareciera que nunca serán puestas en marcha en un país que años ha sonaba y soñaba con pertenecer al primer mundo; y hoy sin embargo corremos el riesgo de ignorar concretamente cual es,  en importancia a ciencia cierta, la  categoría en que militamos.
De ser el faro del cooperativismo independiente en el desarrollo de la actividad cooperativa en Latinoamérica,  que ostentaba  nuestro país en el siglo pasado, tal cual como  sigue actualmente puede trasformarse con el paso del tiempo solo en un farol carrero alimentado a kerosene bamboleándose en el eje de alguna carreta.
Nuestra Latinoamérica, de la misma manera que  registra el avance de la política cambiando la orientación de los regimenes liberales o conservadores por otros progresistas, van arrojando por la borda el lastre del exacerbado  individualismo a que estaban expuestos, y muestran evidencias de como el cooperativismo amplia su desarrollo de manera constante acompañado por el puntal  progresivo de la enseñanza de la educación cooperativa en las escuelas, desde los jardines de infantes a través de lo lúdico  y  llegando inclusive hasta los cursos superiores.
En tanto el letargo político militante de nuestro país no despierta con la misma premura que  debiera hacerlo;  el cooperativismo  aun sigue  en la incubadora a la espera de quienes, con sentido solidario  se despojen  del interés individual y asuman el papel protagónico del sentir colectivo.
La importancia y el respeto de la educación cooperativa debe ser la base de sustento del modelo cooperativo en todas sus instancias, so pena de que se lleve por mal camino a las  cooperativas, provocando el desprestigio de entidades solidarias  que son  rectoras por el ejemplo de su conducta dentro de la sociedad al brindar servicios sin fines de lucro  beneficiando con ellos a su membresía.
Está claro que las dificultades que tiene el ser humano en su vida no se resuelven por si solas, deviene además del grado de inteligencia que aporten las personas por si mismas a través de su ego y del aprendizaje al capacitarse por la educación que reciba; es decir el sujeto no es, se hace.
Es por eso que para construir un individuo solidario no alcanza solo el ejemplo sino también la educación que le incorpore los factores de la ayuda mutua y las cinco palabras que llevan a institucionalizar con fuerza el acto solidario de la preocupación por la comunidad.
Segundo Camuratti

 

 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Algo de historia


Posiblemente  el paso del tiempo corra más velozmente de lo que querríamos, pero  hay que aceptarlo porque por otra parte tampoco existe la posibilidad de no hacerlo;  pero lo que no podemos ni debemos hacer es ignorar los hechos acontecidos en su transcurso.
Solemos leer algunos artículos sobre la cooperación, que analizan tangencialmente el comportamiento que ésta adquiere a través  de parámetros que no se condicen con  la realidad, llevando por ello a confundir el centro de la cuestión.
Por la tanto, cuando tenemos que hablar sobre la cooperación, nada mejor que examinar de donde surgieron los elementos propios que le fueron dando vida, y la ubicaron dentro de la sociedad con la presencia que hoy tiene y las distintas corrientes que la componen.
Como toda propuesta creación del o los individuos por si, cuando ponen ideas con objetivos direccionados a construir determinados hechos, estos casi nunca han logrado conservar el contexto inicial ni la unidad de criterios sobre el fin de lo se pretendía concretar, pero abrieron la puerta para avanzar en el progreso de la humanidad.
En consecuencia para hablar de cooperativismo no podemos partir de una foto o de acontecimientos producidos en determina época, que si bien pueden marcar a fuego un momento en el punto de partida de un modelo, en este caso social, no significaron por si la primera semilla germinada.
La mayoría de quienes  trataron  y siguen aun hoy tratando los orígenes de la cooperación parten, si se quiere entender, del hecho gestado por  los Pioneros de Rochdale en 1844.
Pero para ser honestos con la historia debemos retroceder en el análisis a tiempos  anteriores a lo sucedido en Rochdale, allí nos vamos a encontrar que la cooperación fue aplicada, tal vez con distinto éxito, es cierto, pero con las mismas intenciones, por generaciones previas a esa fecha.
Más aún, podríamos decir que siempre existió, de manera inmanente en menor o mayor medida en la humanidad.
Posiblemente por ello, no se tiene en cuenta que hubo otros actores importantes en la historia de la cooperación, que merecen ser considerados en esta etapa que pretendemos tramitar, que no aspira  a cumplir de ninguna manera un papel revisionista, pero si aportar hechos que nos acerquen a las fuentes en la búsqueda de los orígenes de la cooperación.
La dura condición de vida implantada por la revolución industrial en el siglo XVlll y la gran injusticia social que aportó impulso y cambios en la sociedad  estimulando una nueva forma de pensamiento igualitario, encarnado y difundido de alguna manera por aquellos que en determinado momento fueron denominados como socialistas utópicos, basados en el libro escrito por Tomas MoroLa utopía.
Llamados así por su romanticismo e idealismo, concebían una sociedad perfecta de la cual debían participar todos los hombres y mujeres sin excepción, donde el humanismo, lo moral, lo ético y la solidaridad fuesen el modelo, agregando a esto como esencial la necesidad de la propiedad común.
En estos claros conceptos podemos encontrar las bases sustentables de la cooperación. Bueno es tener en cuenta, que uno de los ganados por las influencias de esta corriente europea fue Esteban Echeverria,  (1) quien las trajo a nuestro país alrededor  de 1830.

Segundo Camuratti

(1) Esteban Echeverria 1805-1851.  Escritor y poeta Argentino, que introdujo el romanticismo en el país.  Autor de obras tales como  Dogma Socialista, La Cautiva y  El Matadero entre otras.

  

 

 

jueves, 8 de noviembre de 2012

Para construir el porvenir


La identidad cooperativa, sus principios y valores junto a los logros y experiencias acumuladas por el movimiento solidario que la encarna a través de tantos años, son una vertiente esencial de ese fermento incontenible que prepara el porvenir y trasciende su especifica actividad adoptando, de una vez y para siempre, un doble carácter: por un lado como empresa y por otro, como organización social preocupada por los intereses de la comunidad que forma parte.
Este doble carácter ce las cooperativas, como empresas no lucrativas y como movimiento social, debe incidir por la experiencia lograda para encontrar salidas adecuadas a las necesidades de la sociedad.
La tarea apasionante que la convoca es de una dimensión gigantesca por sus implicancias, porque al igual que los precursores de la cooperación, el anhelo de de transformar la realidad cuando esta es injusta.
Que hace falta para lograrlo? Ante todo, la convicción de que es necesario y posible. Y a partir de allí, trabajar cotidianamente para hilvanar los retazos dispersos del llamado campo  popular que aun carece de proyectos comunes propios.
Lo primario es la batalla cultural por una nueva cultura solidaria y por incorporar un pensamiento crítico que desarrolle conciencia de que no es inevitable el destino de la decadencia y el sometimiento de la sociedad al arbitrio del poder dominante de turno.
Y especialmente, que la construcción de ese proyecto superador  demanda un poder político convencido de ser capaz de hacerlo realidad y sustentarlo en el tiempo que sea necesario con unidad de criterio y constancia en la tarea.
La cooperación a dado siempre muestras concretas de su aptitud para aunar voluntades y orientar positivamente a su membresía en base a un conjunto pequeño y sencillo de principios rectores; democracia, participación, educación solidaria y preocupación por la comunidad, teniendo presente además que hace un aporte para  resolver los problemas de un mundo en crisis.
La humanidad toda enfrenta desafíos sin precedentes, cuya solución o persistencia involucra a las generaciones presentes y futuras. Se trata de una encrucijada  que plantea peligros de extrema gravedad, pero también ofrece la oportunidad de cimentar las bases para un profundo cambio civilizatorio.
En primer término urge instalar en el centro de la agenda internacional una estrategia de paz justa y duradera, sin hegemonías de ninguna naturaleza, tanto para detener los conflictos en curso, como para  terminar o prevenir enfrentamientos entre los pueblos.
Es imprescindible garantizar el cumplimiento y el goce pleno de todos los derechos humanos, incluyendo los económicos, sociales y culturales y entre ellos, uno igualmente esencial aunque no figure en los textos oficiales: el derecho a creer en las utopías que se convertirán en realidad gracias a la lucha y al esfuerzo mancomunado de millones de hombres y mujeres en todos los continentes, en cada región y aun en los espacios de convivencia cotidiana.

Segundo Camuratti