No cabe ninguna
duda que el tiempo pasa y todo sigue igual como era entonces; hay leyes que pareciera que nunca serán
puestas en marcha en un país que años ha sonaba y soñaba con pertenecer al
primer mundo; y hoy sin embargo corremos el riesgo de ignorar concretamente
cual es, en importancia a ciencia cierta,
la categoría en que militamos.
De ser el faro del
cooperativismo independiente en el desarrollo de la actividad cooperativa en Latinoamérica, que ostentaba nuestro país en el siglo pasado, tal cual como
sigue actualmente puede trasformarse con
el paso del tiempo solo en un farol carrero alimentado a kerosene bamboleándose
en el eje de alguna carreta.
Nuestra
Latinoamérica, de la misma manera que registra
el avance de la política cambiando la orientación de los regimenes liberales o
conservadores por otros progresistas, van arrojando por la borda el lastre del
exacerbado individualismo a que estaban
expuestos, y muestran evidencias de como el cooperativismo amplia su desarrollo
de manera constante acompañado por el puntal
progresivo de la enseñanza de la educación cooperativa en las escuelas,
desde los jardines de infantes a través de lo lúdico y
llegando inclusive hasta los cursos superiores.
En tanto el
letargo político militante de nuestro país no despierta con la misma premura que debiera hacerlo; el cooperativismo aun sigue en la incubadora a la espera de quienes, con
sentido solidario se despojen del interés individual y asuman el papel
protagónico del sentir colectivo.
La importancia y el respeto de la educación
cooperativa debe ser la base de sustento del modelo cooperativo en todas sus
instancias, so pena de que se lleve por mal camino a las cooperativas, provocando el desprestigio de
entidades solidarias que son rectoras por el ejemplo de su conducta dentro
de la sociedad al brindar servicios sin fines de lucro beneficiando con ellos a su membresía.
Está claro que las dificultades que tiene el ser humano en su vida no se
resuelven por si solas, deviene además del grado de inteligencia que aporten
las personas por si mismas a través de su ego y del aprendizaje al capacitarse
por la educación que reciba; es decir el sujeto no es, se hace.
Es por eso que para construir un individuo solidario no alcanza solo el
ejemplo sino también la educación que le incorpore los factores de la ayuda
mutua y las cinco
palabras que llevan a institucionalizar con fuerza el acto solidario de “la preocupación por la comunidad”.
Segundo Camuratti