viernes, 30 de marzo de 2012

Volver en el tiempo 1ra. Parte

Volver en el tiempo 1ra. Parte

El cooperativista no nace, se hace, dijimos hace solo tres años pero queremos volver sobre el particular porque este pensamiento tendrá vigencia permanente, entendiendo la necesidad de que la educación cooperativa, (cuando sea incorporada a la educación publica), contribuya a cumplir la función de instruir a los individuos en la otra manera de pensar que significa la conjunción colectiva de la organización solidaria.

Es muy común desde el decir popular sobre la vocación exhibida por personas, “nació para ser tal o cual cosa”; apuesta remanida para calificar la actitud de aquellos que consiguieron instalarse en el candelero de los éxitos al cumplir con determinada función.

Pero en el examen que se puede hacer de la historia arrancando de muy lejos en el tiempo, la realidad nos marca concretamente que la cooperación nació de muchos factores como concepción para cambiar el sistema de vida resolviendo necesidades de sectores importantes de la sociedad.

Desde el socialismo utópico al día de hoy, pasando a través de Owen, Saint Simón, Fourier y la Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale, el camino recorrido por el cooperativismo en nuestro país y todo lo transcurrido con posibilidades ciertas de aplicación y funcionamiento, se dieron en aras de proyectos devenidos para resolver necesidades propias de sectores importantes a través de organismos colectivos y desarrollados en la medida que la intención y la experiencia recogida en el hacer, (trasmitida muchas veces de generación en generación) fuese marcando el camino a seguir.

En el transcurso de los acontecimientos se establecieron normas que luego transformadas y fijadas como principios decían lo que se debía hacer y como se podrían llevar a cabo, y las instrumentaron para que cumplieran esos fines sin transgredir los códigos propios que le imprimían los forjadores de las iniciativas.

Se fue generando sin habérselo propuesto originariamente quienes lo impulsaban, un sistema alternativo de economía solidaria enfrentada a la economía individual del mercado lucrativo subyacente, que marcó por su trascendencia ganar espacio dentro de las comunidades.

Es cierto y debemos tenerlo en cuenta que todo lo sucedido no fue casual, hubo ideas concretas de lo que se quería hacer.

En concurrencia, pudieron establecer definitivamente esas ideas que las necesidades no pasaban solo por resolver las penurias del individuo como tal, sino que el sistema tenía otras carencias; estas eran poder incorporar a pleno al individuo socio de una cooperativa que por sí actuaba como agente pasivo, al círculo del accionar colectivo transformándolo en actor activo del proceso cooperativo.

Para ello no existía un instrumento superior que la educación, teniendo presente que la educación era el soporte indispensable para sustituir la ecuación del conocimiento practico a través de lo didáctico referido a la esencia de la cooperación; allí comienza a emerger la educación cooperativa como elemento necesario para acompañar los procesos de desarrollo cooperativo encuadrados dentro de premisas concretas afines con los postulados de un servicio solidario.

Convencidos que el cooperativismo debía cumplir con una función transformadora en la manera de pensar de la sociedad, al incorporar el acto solidario dentro de un andamiaje colectivo influenciado por el origen individual de sus integrantes, debía de tratar de encarrilarlo aceptando y respetando la diversidad plural de los intervinientes en lo que llamaríamos la sociedad cooperativa; teniendo en cuenta las distintas lecturas que se pueden hacer de la realidad de las corrientes que se expresan en el espectro cooperativo, sin pretender uniformarlos.

Justo es de entender cuando hablamos de educación que esta debe ser la prioridad de un país que necesita desarrollarse como Nación y por lo tanto debe ser responsabilidad del Estado contribuir a su implantación desde lo público, admitiendo la participación de otros sectores en las distintas especificidades que componen el entretejido social y económico.

Segundo Camuratti (continuará)

lunes, 5 de marzo de 2012

Día Internacional de la mujer

El 8 de marzo marca un día más en la conmemoración del Día Internacional de la mujer, el homenaje justo y siempre merecido por ellas y que conlleva la necesidad de volver a repetir, reflexiones críticas y autocríticas, sobre la participación de la mujer en la sociedad, y en nuestro caso especialmente en las cooperativas.

Es común escuchar en nuestros días la reivindicación de la igualdad de derechos entre los géneros. Sin embargo, todos sabemos de las inequidades de la vida cotidiana, y créase que no, hace falta recurrir a la crónica periodística que recoge asiduamente, los abusos que se cometen contra las mujeres en distinto tiempos y en todas partes del mundo.

A propósito de ello, podemos mencionarles el fuerte vínculo que existe entre las mujeres luchadoras por sus derechos y los antecedentes cooperativos, no solo de género sino que fueron por demandas de una mejor calidad de vida y de trabajo.

Eran batallas sostenidas en forma contemporánea al nacimiento y desarrollo de las entidades solidarias.

Es que las cooperativas, también surgieron para intentar la construcción de otra sociedad en oposición a la explotación capitalista. Se proponían una organización económica no lucrativa basada en la cooperación y la solidaridad.

Nos animamos a señalar sin temor a equivocarnos que la lucha de las mujeres desde siempre, se hermana con los propósitos de las cooperativas actuales, que buscan a través de la cooperación desarrollar proyectos que en definitiva bregan por la transformación con inclusión social.

Siendo un país potencialmente rico, es el país donde más ha crecido la desigualdad de genero en la región. Los pobres son el 25 % de la población y las mujeres constituyen parte sustancial de ese estigma y problema en nuestra sociedad.

Si bien es cierto que no es solo un tema económico, puesto que la discriminación y los abusos sufridos por las mujeres se expresan también en otros planos. Existe una vulnerabilidad permanente de los derechos de las mujeres.

La violencia familiar es quizá el tema más indignante y no el más visible, por el temor a poner en evidencia esa y otras formas de violación que rozan los derechos humanos.

Las políticas que se implantan no siempre reúnen las aptitudes requeridas para desempeño de la función y mucho menos aparece vinculado a las necesidades y aspiraciones de la lucha de las mujeres populares, de esas mujeres que luchan y bregan por otro mundo posible para ellas. Podemos afirmar que es un problema cultural y que resulta muy difícil modificar, pero que es imprescindible terminar con el.

Pero veamos que ocurre en nuestro ámbito. El movimiento cooperativo, siempre se pronunció por la más amplia participación de la mujer pero además, y más allá de manifestaciones y discursos, la realidad es que la participación de las mujeres es escasa.

Pero debemos entender que es el propio movimiento quien debe ser el encargado de superar los desafíos teniendo como premisa, que se debe apuntar a consolidar las relaciones y la equidad entre los géneros a todo nivel en el ámbito de las entidades cooperativas, dejando en claro que muchas veces se debe convencer a los hombres que por machismo dificultan la integración, por lo tanto todo debe ser un proceso de voluntad explícita de cambio cultural.

Vaya entonces en este día un cálido homenaje para las mujeres del mundo que en todos los ámbitos trabajan por una vida mejor, y en función de ello, aprovechar esta ocasión para convocar a las mujeres cooperativistas, a continuar su brega por una mayor participación integral en las entidades cooperativas, y a los hombres, decirles que deben contribuir a favorecer decididamente ese proceso. Marchemos juntos detrás de ese objetivo.

Segundo Camuratti