Cuando se analiza la identidad de la cooperativa es
bueno recordar algunos elementos porque a veces notamos que la realidad es otra
muy distinta, al estar inmersos en el sistema capitalista y como reflejo del régimen,
muchas cooperativas han tomado el camino de la adaptación al mismo, incluyendo
en su labor cotidiana los vicios y los males de la entidades capitalistas,
confundiendo al sujeto con el objeto.
Cuando así sucede, se estaría fallando en la lectura e
interpretación de lo que debería hacerse, equivocando el camino y adoptando maneras
de actuar que no se condicen con el pensamiento
subjetivo implícito que personifica la
identidad cooperativa.
La disyuntiva sigue existiendo aún hoy entre lo que
representa – si bien puede aparecer como un juego de palabras – la cooperativa
empresa o la empresa cooperativa partiendo de la base de cómo empieza y como termina su función.
Son dos modelos de entidades que aunque la inversión
de las palabras las asimilen no responden a la misma concepción.
Por un lado, esta la cooperativa empresa estructurada como sujeto
de un fin en si mismo, que al adaptarse al sistema dominante se constituye en
empresa capitalista, modificando su manera de actuar al tratar como objeto
a su membresía; aquí siempre lo
importante es la cooperativa.
Por el otro lado está la empresa cooperativa actuando
como objeto de servicio respetuosa de los principios cooperativos, que
tiene como función el hacer centro de su gestión en la atención que le brinda
el servicio al asociado , el sujeto, cubriendo sus necesidades y
tratándolo con equidad y solidaridad como corresponde al mostrarlo como un ente
colectivo; a la vez que lo acompaña en su preocupación por los demás en la sinergia
del trabajo conjunto y lo ayuda a construir un distinto sistema de vida que
contribuye a mejorar su posición social donde aquí si lo importante es el
asociado.
Como se vera el axioma del “el orden de los factores
no altera el producto” aquí no cuaja: el orden de los factores si altera el
producto.
Segundo Camuratti