“Haciendo juicio de valor debemos tener en cuenta que son únicamente los principios cooperativos los encargados de amalgamar lo económico con lo social; por lo tanto, en la medida en que no sean saldadas las viejas cuentas de la sociedad, en la medida en que la justicia social y la solidaridad sigan siendo sólo un objetivo a cumplir, y en la medida en que el disfrute del progreso y la tecnología no sean un justo bien de los pueblos, la cooperación como transformadora de la sociedad seguirá teniendo plena vigencia”.
Segundo Camuratti
Posiblemente el paso del tiempo corra mas velozmente de lo que querríamos, pero hay que aceptarlo porque por otra parte tampoco existe la posibilidad de no hacerlo; pero lo que no podemos ni debemos hacer es ignorar los hechos acontecidos en su transcurso.
Solemos leer algunos artículos sobre la cooperación, que analizan tangencialmente el comportamiento que ésta adquiere a través de parámetros que no se condicen con la realidad llevando por ello a confundir el centro de la cuestión.
Por lo tanto, cuando tenemos que hablar sobre la cooperación, nada mejor que examinar de donde surgieron los elementos propios que le fueron dando vida, y la ubicaron dentro de la sociedad con la presencia que hoy tiene y las distintas corrientes que la componen.
Como toda propuesta o creación del o los individuos, cuando se ponen en marcha ideas con objetivos direccionados a construir determinados hechos, estos casi nunca han logrado conservar el contexto inicial ni la unanimidad de criterios sobre el fin de lo que se pretendía concretar.
Por lo tanto para hablar de cooperativismo no podemos partir de una foto o de acontecimientos producidos en determinada época, que si bien pueden marcar a fuego un momento en el punto de partida de un modelo, no fueron por si la primera semilla germinada.
La mayoría de quienes trataron y siguen tratando los orígenes de la cooperación parten, si se quiere, del hecho gestado por los Pioneros de Rochdale en 1844.
Pero si retrocedemos el análisis en el tiempo anterior a Rochdale, nos vamos a encontrar que la cooperación fue aplicada, tal vez con distinto éxito, es cierto, pero con las mismas intenciones, por generaciones previas a esa fecha. Más aún, podríamos decir que siempre existió, de manera inmanente en menor o mayor medida en la humanidad.
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Posiblemente por ello, no es tenido en cuenta que hubo otros actores importantes en la historia de la cooperación, que merecen ser considerados en esta etapa que pretendemos transitar, que no aspira a cumplir un papel revisionista, pero sí llevarnos a las fuentes buscando el origen de los hechos.
Las duras condiciones de vida implantadas por la revolución industrial en el siglo XVlll y la gran injusticia social que generó ese hecho estimularon una nueva forma de pensamiento igualitario, encarnado y difundido de alguna manera por aquellos que en determinado momento fueron denominados como socialistas utópicos, basados en la obra utópica de Tomás Moro. (1)
Llamados así por su romanticismo e idealismo, concebían una sociedad perfecta de la cual debían participar todos los hombres y mujeres sin excepción, donde el humanismo, lo moral, lo ético y la solidaridad fuesen el modelo, agregando a esto como esencial la necesidad de la propiedad común. En esos claros conceptos podemos encontrar las bases sustentables de la cooperación.
(1) Uno de los ganados por las influencias de esta corriente europea, Esteban Echeverria, fue quien las trajo a nuestro país alrededor de 1830.
(Continuará)