Puede que en estas instancias complicadas de la vida del país, aparezcan quienes hablen o prometan salidas de largo plazo desde el punto de vista de proyectos elaborados por políticos o sectores hasta ahora indefinidos, o quizás no, pero que especulan con salidas políticas generalizadas y eso nos debe preocupar.
Señalábamos en la entrada anterior sobre la fase de la crisis “pendular” del proceso ideológico en la implantación de las actitudes políticas vividas en Latinoamérica y cuanto de similitud existía en el proceso soportado por nuestro país.
Sobre eso deseamos explayarnos para que quede claro cuando nos expresamos que es lo que queremos decir porque los hechos comienzan a mostrar realidades preocupantes.
El efecto “pendular” de aquellos momentos se está instalando nuevamente iniciando retrocesos en países latinoamericanos demostrativos de que si se equivocan los caminos, o no se transitan en coherencia con los mensajes que se transmiten, puede volverse a épocas anteriores, posiblemente no por las vías preliminares, pero llevando a las mismas consecuencias por distintas modalidades; verbigracia: lo sucedido en Honduras y Chile.
Nada resulta bien si lo que se quiere llevar a cabo se hace a medias, las cosas se hacen o no se hacen, la política no puede tener solo nombre, deben ir acompañadas con el apellido.
En la medida que avanza el tiempo sin solución de continuidad los procesos se vuelven culturales y después es difícil cambiarlos, más aún cuando no existe convicción de hacer el cambio por aquellos que deberían hacerlo; se ha repetido tantas veces el aforismo aquel de volver a las fuentes que esa expresión ya no es creíble.
Es por eso que exaltamos la facultad de recordar que han transcurrido casi 27 años del retorno a la institucionalidad de la democracia y aún no se han resuelto problemas instalados por la dictadura militar a través de los sucesivos gobiernos.
La matriz del proyecto cívico-militar iniciado el 24 de marzo de 1976 en su parte mas importante sigue en pié, todavía no han sido removidas leyes impuestas en aquella etapa nefasta de la vida del país.
El proyecto económico de ese proceso fue sustentado por una ley de entidades financieras que le sirvió de soporte para subvertir el orden de la economía sujeta al cambio.
Aquí es bueno volver a recurrir a la memoria para señalar las contradicciones que se dieron en los casi 27 años de vida constitucional: en la campaña electoral previa que sirvió para instalar el gobierno constitucional el 10 de diciembre de 1983, los dos partidos políticos en condiciones de acceder a la función de gobierno llevaban como programa de trabajo en primer lugar una nueva ley de entidades financieras.
Deuda de la democracia
Aún hoy, con algunas modificaciones que no hacen al fondo de la cuestión esa ley sigue vigente. Una ley que colocó el dinero y el ahorro nacional al servicio de la especulación financiera negándoselo al desarrollo armónico y equitativo del país, y con ello contribuyendo al desequilibrio más importante que tiene el modelo actual; la falta de equidad distributiva.
Parafraseando el viejo axioma, “Nada se pierde, todo se transforma”, (la Ley Física de Lavoisier), podríamos decir “en economía nada se pierde, todo cambia de mano”, ¿de la mano de quien?: de los que menos tienen en beneficio de los que más tienen.
La política tiene que volver a abrevar en la opinión horizontal del pensamiento del individuo común que conoce las necesidades de los sectores sociales, para adecuar los proyectos y trabajos estratégicos que aborden las soluciones de esos problemas.
LA POLITICA (con mayúscula), es decir todos aquellos que militan en ella, independientemente del partido político que asuman, no pueden seguir mirando para el costado, a todos les compete porque para eso se los elige a través del voto popular teniendo en cuenta que el acto de gobierno debe ser adquirido como carga pública, nunca como profesión.
Segundo Camuratti
(Continuará)
Señalábamos en la entrada anterior sobre la fase de la crisis “pendular” del proceso ideológico en la implantación de las actitudes políticas vividas en Latinoamérica y cuanto de similitud existía en el proceso soportado por nuestro país.
Sobre eso deseamos explayarnos para que quede claro cuando nos expresamos que es lo que queremos decir porque los hechos comienzan a mostrar realidades preocupantes.
El efecto “pendular” de aquellos momentos se está instalando nuevamente iniciando retrocesos en países latinoamericanos demostrativos de que si se equivocan los caminos, o no se transitan en coherencia con los mensajes que se transmiten, puede volverse a épocas anteriores, posiblemente no por las vías preliminares, pero llevando a las mismas consecuencias por distintas modalidades; verbigracia: lo sucedido en Honduras y Chile.
Nada resulta bien si lo que se quiere llevar a cabo se hace a medias, las cosas se hacen o no se hacen, la política no puede tener solo nombre, deben ir acompañadas con el apellido.
En la medida que avanza el tiempo sin solución de continuidad los procesos se vuelven culturales y después es difícil cambiarlos, más aún cuando no existe convicción de hacer el cambio por aquellos que deberían hacerlo; se ha repetido tantas veces el aforismo aquel de volver a las fuentes que esa expresión ya no es creíble.
Es por eso que exaltamos la facultad de recordar que han transcurrido casi 27 años del retorno a la institucionalidad de la democracia y aún no se han resuelto problemas instalados por la dictadura militar a través de los sucesivos gobiernos.
La matriz del proyecto cívico-militar iniciado el 24 de marzo de 1976 en su parte mas importante sigue en pié, todavía no han sido removidas leyes impuestas en aquella etapa nefasta de la vida del país.
El proyecto económico de ese proceso fue sustentado por una ley de entidades financieras que le sirvió de soporte para subvertir el orden de la economía sujeta al cambio.
Aquí es bueno volver a recurrir a la memoria para señalar las contradicciones que se dieron en los casi 27 años de vida constitucional: en la campaña electoral previa que sirvió para instalar el gobierno constitucional el 10 de diciembre de 1983, los dos partidos políticos en condiciones de acceder a la función de gobierno llevaban como programa de trabajo en primer lugar una nueva ley de entidades financieras.
Deuda de la democracia
Aún hoy, con algunas modificaciones que no hacen al fondo de la cuestión esa ley sigue vigente. Una ley que colocó el dinero y el ahorro nacional al servicio de la especulación financiera negándoselo al desarrollo armónico y equitativo del país, y con ello contribuyendo al desequilibrio más importante que tiene el modelo actual; la falta de equidad distributiva.
Parafraseando el viejo axioma, “Nada se pierde, todo se transforma”, (la Ley Física de Lavoisier), podríamos decir “en economía nada se pierde, todo cambia de mano”, ¿de la mano de quien?: de los que menos tienen en beneficio de los que más tienen.
La política tiene que volver a abrevar en la opinión horizontal del pensamiento del individuo común que conoce las necesidades de los sectores sociales, para adecuar los proyectos y trabajos estratégicos que aborden las soluciones de esos problemas.
LA POLITICA (con mayúscula), es decir todos aquellos que militan en ella, independientemente del partido político que asuman, no pueden seguir mirando para el costado, a todos les compete porque para eso se los elige a través del voto popular teniendo en cuenta que el acto de gobierno debe ser adquirido como carga pública, nunca como profesión.
Segundo Camuratti
(Continuará)