Es lógico pensar que con el
correr de los años se van dando dentro de la condición humana, los cambios
generacionales que logran que no todos los actores tengan la vivencia ni el
conocimiento del tiempo pasado; estos son
actores sociales que definimos como la juventud, porque en su mayoría
son seres que no cargan en su mochila los éxitos, los desaciertos y las
frustraciones de sus mayores y por lo tanto, no les pesa tanto la historia.
El movimiento cooperativo
debe ver en los jóvenes no solo las reservas que vayan tomando la posta de mano
de los veteranos impulsores del movimiento, sino sobre todo y posiblemente ya
mismo, en su propia condición de juventud para convertirse en activos
protagonistas de la labor cooperadora.
En tanto debemos conseguir
por parte de los adultos que los jóvenes se incorporen y que lleguen con su
impaciencia y con su inmadurez, pero que lleguen, sobre todo con su innegable
cuota de vocación de servir al pueblo, con abnegación, de espíritu creador, de
desinterés y de patriotismo.
Lo que sucedió en el país a
partir del 24 de marzo de 1976, con la instalación de la dictadura militar
aunque parezca lejano, resintió la actividad de la juventud no solo en las
entidades cooperativas sino en la mayoría de los lugares donde estas actuaban,
sin embargo cuando llegado el momento, muchos de los jóvenes acompañaron el
proceso de transformación
Pero también es bueno recordar, sin pretender hacer historia, que
en el XXVIII Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional en 1984, en una
de las resoluciones adoptadas se decía enfatizando, “el hecho de que los
jóvenes ahora desean participar directamente en la realización del cambio
renovador nacional e internacional, haciendo su contribución para la construcción
de su propio futuro, al cual se los llama a vivir y trabajar”, decidiendo
además, que el año 1985 sea declarado como “Año Internacional de la Juventud”.
La juventud demostró siempre en los hechos, estar
dispuestos a contribuir a afianzar en su sector el rasgo indeleble de la
cooperación, la solidaridad.
Debemos preguntarnos
entonces, es necesario el funcionamiento de Comisiones Juveniles en las
entidades cooperativas? Si analizamos la
situación podemos decir que si.
Pero eso no es todo, esos
jóvenes no son una isla dentro de la sociedad y la mayoría de ellos de una u
otra forma, están militando en movimientos sociales conociendo en profundidad
los problemas de su sector social y participando para solucionarlos, -no solo a
través del asistencialismo, que no estaría mal si fuese por corto tiempo-
porque educados en el principio básico de la cooperación, la solidaridad, la
están aplicando. Sin dejar por supuesto el estudio y las recreaciones propias
de su edad.
Esta tarea conjunta que
realicen, cooperación-movimiento social, pueden llegar si tienen apoyo de los
adultos, a enaltecer la calidad de una nueva clase dirigente dentro del
movimiento cooperativo y la sociedad.
A través de la educación que
les brinda la cooperativa y el
ejercicio de la cooperación muchos jóvenes también se pueden constituir en
dirigentes sociales con base solidaria, que al actuar en los sectores sociales
y precisamente junto al movimiento cooperativo, contribuirán a la construcción de un nuevo tejido social.
El cooperativismo y la
sociedad necesitan, hoy más que nunca, una simbiosis generacional para afrontar
los desafíos del mundo actual.
Segundo Camuratti
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