De
más de un siglo y medio a esta parte el cooperativismo se fue constituyendo en
uno de los grandes ideales humanos que coinciden hoy con las aspiraciones
profundas de los pueblos, que por las
exigencias del tiempo y las necesidades
no cubiertas se fue nutriendo de una herencia cultural y valores fundamentales
y singulares , que al encontrar una clase dirigente capaz y competente
convencida de plasmarla, realizó el
milagro de incorporar el acto solidario de su esencia colectiva venciendo al
individualismo propio de la sociedad, y la llevo a transformar el trabajo en un
servicio cambiando las reglas económicas de la sociedad.
Sin
embargo se debe considerar seriamente
que las cooperativas no fueron entidades desarrolladas para resolver los
problemas de crisis sociales dentro de los procesos económicos, tenían el
objetivo de ser la base de
sostenibilidad en el desarrollo de economías mas igualitarias en países
de cualquier signo político, aportando salidas colectivas que hacen al bien
común y siempre anhelaron ser instrumentos de responsabilidad social y equidad
distributiva entre la membresía, es decir los asociados de las mismas.
Por
esto no fueron hechos casuales pero si
encomiables que las cooperativas lograran estructurar un sistema económico que
aún funcionando sin fines de lucro en economías de mercado, representen además
un modelo que por su práctica democrática no sólo en la conducción empresarial,
sino en la distribución de la riqueza, ha demostrado que con su efecto social puede
fortalecer de manera integral a los sectores pequeños y medianos de la
producción y los servicios, demostrando otra forma de encarar sus servicios.
Para disimular su condición, la intolerancia
fabrica argumentos cuando no los tiene, pero la historia enseña que podrá
atrasar el reloj pero no puede impedir que el tiempo avance. Así sea obvio: la
historia continúa, no terminó ni terminará en ninguna estación prefabricada.
Estamos transitando una etapa complicada por
oportunidades y amenazas que al mismo tiempo nos habilitan y nos exigen que
cumplamos nuestro rol activamente como cooperativistas, para que este sector de
la economía social no sea utilizado por algunos como una herramienta de
explotación o evasión, o al mismo tiempo, que otros lo usen para amortiguar el
conflicto social desvirtuando la autogestión autentica y la genuina
cooperación.
La
confianza es el factor colectivo que representa la columna vertebral en el
funcionamiento del quehacer cooperativo, dentro de ese imaginario conceptual no
entran nunca como excusas los olvidos ni las casualidades para desvirtuarla;
las decisiones que se toman son causales de los efectos que se generan en la
cooperativa, aunque se pretenda luego disfrazar los resultados. Axioma que
siempre se debe tener en cuenta.
Segundo Camuratti
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