sábado, 28 de febrero de 2015

Enhebrando el hilo de la historia 2° Parte


Siempre en la etapa del nacimiento de algo nuevo casi todo lo que nace tiene el origen de la semilla que le da vida, y como no podía ser de otra manera el cooperativismo en nuestro país partió de los conceptos expresados de aquellas personas que lo propulsaron, con entusiasmo, con pasión y con las ideas de progreso que el origen mismo de la actitud solidaria  lo impulsó.
El hecho en si por la nobleza empleada al realizarlo lo exime de las excusas que se puedan instalar anecdóticamente,  como justificación de los acontecimientos que lo llevaron a cabo al marcar la impronta del motivo altruista y colectivo empleado para ello, por lo tanto quedaron atrapados  por el instinto social empleando el sentido común de trabajar para todos en general, obviando pensar en las individualidades  que participaron en la gestión, porque en todo primó el acto colectivo.
El avance del carácter social predominó en la misma esencia que le da origen en la patriada que la inspira sin tabúes, convencidos que el camino se abre al  andar y la profecía se cumple en el trabajo asociado cotidiano sin tensar de entrada la intención política.
Posiblemente pesó demasiado el imaginario colectivo confundiendo la opinión individualista y el freno de los intereses económicos, por el temor de perder el espacio que estaba ocupando la cooperación quitando una porción de riqueza de las arcas de los que más tenían.
No cabe ninguna duda que la disputa de los intereses diversos que tallan en la sociedad pesan e inciden en la actividad de la economía demorando el avance de las nuevas ideas que aparecen, pero en la medida que fue creciendo la confianza  del factor colectivo  representó ser la columna vertebral en el funcionamiento del quehacer cooperativo, y dentro de ese entramado imaginario conceptual no podían entrar los pretextos ni los olvidos y menos las casualidades para desvirtuarla, porque las decisiones que se fueron tomando eran acotadas por las causales de los efectos que  generaba la cooperativa en su avance ascendente aunque se pretendiera luego disfrazarlo para  calmar  el envión de su empuje.
Ese aforismo baladí contribuye a degradar las  cosas al nivel suficiente de confundir la palabra atada al verbo haciendo equivocar el mensaje, mezclando los tantos para generar la modificación de enredar el pensamiento de lo que se quiere interpretar.
Eso que decimos parece ahora una nimiedad pero significo atrasar el reloj durante medio siglo que afecto a los cooperadores, porque freno a infinidad de personas bien intencionadas para participar en la dirección de cooperativas por estar afiliadas a un partido político.
Esa auto discriminación de lo ideológico para actividades de servicios de tareas económicas sociales debilito fuertemente y alejó, a sectores importantes de cooperadores militantes que no atinaron a participar ni articular colaborando en la conducción de entidades cooperativas.
Igual que hacer mutis por el foro se diluyo la efervescencia para participar en la contienda de la acción cooperativa, que cumplió muchos años de abstinencia encuadrada en el presagio de aquello que mal nace mal acaba.
Felizmente todo se fue restableciendo pero el cimbronazo apagó la antorcha de lo que fue el fuego inicial y postergando años y años lo que se dio en llamar el puntapié inicial.
Casi siempre en nuestro país el movimiento cooperativo por diversas causas, tuvo encontronazos para bajarlo del pedestal que  estaba instalado y que se merecía por su quehacer en la sociedad.
Como extraña paradora pareciera que el nacimiento de la actividad quedo inmersa en su esencia, porque el paso del tiempo por acción u omisión siempre mantuvo rispidez  por una cosa u otra, pero el movimiento supo adecuarse pero hasta ahora jamás  se adapto a los vaivenes, de los cambios sistemáticos a que lo quisieron llevar en muchas oportunidades los fariseos de la economía de mercado.

Segundo Camuratti

 

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