jueves, 1 de octubre de 2009

De qué cooperativismo hablamos - Parte final

Por lo tanto el factor colectivo de la cooperación como motor de desarrollo en distintas actividades, puede enriquecer y fortalecer no solo la producción de los hechos sino que colabora en la tarea de integración necesaria entre lo económico y lo social a que aspira el ser humano para progresar solidariamente en todos los niveles, constituyéndose por su calidad en el conglomerado humano gestor de la autentica unidad en la diversidad.

No deja de ser encomiable que las cooperativas hayan construido un sistema económico que aún funcionando sin fines de lucro en una economía de mercado, representan además un modelo que por su práctica democrática no sólo en la conducción empresarial, sino en la distribución de la riqueza, ha demostrado que con apoyo social puede fortalecer a los sectores pequeños y medianos de la producción y los servicios.

Estamos transitando una etapa complicada, de oportunidades y amenazas al mismo tiempo que nos habilita y nos exige a que cumplamos nuestro rol activamente, como cooperativistas, para que el sector no sea utilizado por algunos como una herramienta de explotación o evasión, o al mismo tiempo, que otros lo usen para amortiguar el conflicto social desvirtuando la autogestión autentica y la genuina cooperación.

La puesta en valor de las bondades de la cooperación en sus variados aspectos no puede resolver todo por sí, porque las cooperativas sufren la influencia de la presión económica y cultural del entorno capitalista; sabido es que las cooperativas tienen que funcionar en un marco normativo desfavorable, al no ser objeto de tratamientos específicos en materia legislativa y tributaria además de tener que soportar la carencia de políticas de fomento, por lo tanto, se hace difícil desarrollar entidades de economía social con legislaciones, reglamentos y normativas que no las ubican ni las tienen en cuenta como tales.

Justo es reconocer que mayoritariamente el cooperativismo es sano, es honesto y buen administrador, pero también intuimos que de seguir así las cosas, no reconocido ni entendido en la función que desarrolla, pausadamente va a ir abandonando la necesidad de hacer de este un instrumento de liberación y transformación social desvirtuando la esencia de la corriente que la auspicia.

Las cooperativas no van a poder realizar su contribución a la transformación social y a superar la crisis que padece nuestro país, si sólo se limita a ejercer resistencia frente a los vaivenes cada vez más pronunciados a que la lleva el sistema vigente.

Sin embargo han podido demostrar porque está comprobado en los hechos, que el cooperativismo ha aportado su esfuerzo por encontrar soluciones reales a los problemas de pobreza y exclusión social, como alternativa de democracia económica, de diálogo y de impulsor activo en el proceso de paz.

En la intención de trabajar para bien de la sociedad sus dirigentes deben incentivar la concientización de los cooperadores, en la sana razón de que las cooperativas son instrumentos de transformación, llevando su accionar junto con otros movimientos sociales, de trabajadores, de derechos humanos, de pequeños empresarios, de estudiantes, de desocupados, de marginados y también de la cultura para que juntos reivindiquen la necesidad de transformar el injusto sistema capitalista.

El efecto de la globalización en un mundo que está en permanente transformación y cambio, determina la necesidad de ubicar los valores esenciales teóricos de cada doctrina en el contexto correspondiente a cada período histórico para cumplir con su misión, por ese motivo el factor subjetivo de la membresía cooperativa debe avanzar en la implantación de la educación del sector como tarea prioritaria que contribuya a modificar la manera de pensar y actuar del imaginario colectivo de la sociedad, para que se produzcan los cambios necesarios que nos lleven a un modelo de país mas solidario.

Se requiere crear un nuevo paradigma donde se privilegie al ser humano, -la medida de todas las cosas- y no al capital.

“En tiempos donde se hace necesaria la unidad de todos los argentinos, trabajando hoy mas que nunca por el bien común, sería fundamental para evitar la fragmentación de la sociedad y dotar de contenido social a todas las situaciones que se presenten, que al cooperativismo se le permita ocupar el lugar que le corresponde para que pueda contribuir, mediante su opinión y sus valores y principios que son ejemplo de respeto, tolerancia y genuino ejercicio de la democracia participativa”.

Segundo Camuratti

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