Se escribe de mucho tiempo a esta parte sobre la educación cooperativa
como elemento motivador, muchas veces con acento teórico y otras como
referencias concretas, de la experiencia acumulada por los procesos
cooperativos que subsistieron y subsisten aun, desarrollados algunos y otros como
entes autóctonos, que sin hacer juicio de valor ecuménico de los mismos en su funcionamiento, concurren y
giran inevitablemente en la ruleta del concierto armónico como fuerza de
trabajo social en la búsqueda de satisfacer necesidades propias del individuo,
ante las carencias derivadas por la
inequitativa distribución de la riqueza del sistema capitalista, sin tener en
cuenta la trascendencia económica y social que este hecho tiene en sí mismo y su incidencia dentro de la sociedad
como modelo a instalar dentro de las comunidades.
En épocas normales no se vislumbra, como debería ser en todo país
organizado como tal, la incidencia ni la premura de avanzar para procrear en el
incentivo social proyectos de largo plazo que se anticipen al porvenir, para
movilizar lo incierto que representa la inacción política e ideológica que
sostiene el estatus quo para no realizar nada en positivo que contribuya a
cambiar las cosas.
La ambivalencia política nunca arriesga por todas y todos, solo lo hace
a titulo personal si eso le permite avanzar en la escalada que lo lleve a
mejorar sus diversos intereses, menos aún cuando son sus propios intereses, no
los del país, los que están en juego.
La falta de visión política sobre el país global es la que impidió, y lo
sigue haciendo, que el cooperativismo no ocupe el verdadero lugar que le corresponde
dentro de la estructura socio-económica que se merece.
El cooperativismo tiene que afrontar luchas desiguales dentro del
esquema capitalista sin apoyo sustancial de los sectores gobernantes, porque es
tomado como uno más de los espacios económicos que disputan la plusvalía de la
riqueza, de un estado ambivalente que no distingue sus propios intereses.
La ley que le dio origen al ordenamiento de la enseñanza en nuestro
país, N° 1.420 promulgada el 8 de julio
de 1884 llamada de educación común, gratuita y obligatoria, ya planteaba en su texto la enseñanza de la educación
cooperativa.
Dentro de 4 días se cumplirán 130 años de su promulgación y aún no
esta instalada como tal la educación
cooperativa en todo el país, por lo tanto no es común, ni gratuita ni
obligatoria como se proclamo al aprobarla.
Esos 130 años de gobernantes que parecieran provenir de castas sociales
superiores que no pertenecen a un mismo pueblo global y que a veces se
constituyen en amos y señores de un enjambre feudal que se sienten colmenas,
son los responsables directos del daño hecho a la sociedad.
Deberíamos enumerar cuantos gobiernos pasaron desde entonces, y como
castigo, colocarlos en las listas negras del cooperativismo del país.
Segundo Camuratti
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