lunes, 30 de enero de 2012

Para leer en las vacaciones

La identidad cooperativa, sus principios y valores junto a los logros y experiencias acumuladas por el movimiento solidario que la encarna, son una vertiente esencial de ese fermento incontenible que prepara el porvenir y trasciende su especifica actividad adoptando, de una vez y para siempre, un doble carácter: por un lado es una empresa y por otro es una organización social, preocupada por la comunidad de la que forma parte.

Este doble carácter de las cooperativas, como empresas no lucrativas y como movimiento social, define la experiencia.

La tarea apasionante que la convoca es de una dimensión gigantesca por sus implicancias, porque al igual que los precursores de la cooperación, el anhelo es transformar la realidad actual plagada de injusticias.

Qué hace falta para lograrlo? Ante todo, la convicción de que es posible y necesario. Y a partir de allí, trabajar cotidianamente para hilvanar los retazos dispersos del campo popular que aún carece de un proyecto propio.

La batalla por una nueva cultura solidaria, por un pensamiento crítico, pasa también por tomar conciencia de que no es inevitable el destino de la decadencia y el sometimiento. Y, especialmente, que la construcción de un proyecto superador demanda de un poder capaz de hacerlo realidad y sustentarlo en el tiempo a lo largo de su existencia.

La cooperación a dado muestras concretas de su aptitud por aunar voluntades y orientarlas positivamente en base a un conjunto pequeño y sencillo de principios rectores: democracia, participación, educación y preocupación por la comunidad; diciendo además muchas veces que el mundo está en crisis.

La humanidad toda enfrenta desafíos sin precedentes, cuya solución o persistencia involucra a las generaciones presentes y futuras. Se trata de una encrucijada histórica que plantea peligros de extrema gravedad, pero también ofrece la oportunidad de cimentar las bases para un profundo cambio civilizatorio.

En primer término urge instalar en el centro de la agenda internacional una estrategia de paz justa y duradera, tanto para detener los conflictos en curso, como para prevenir y evitar enfrentamientos entre los pueblos o invasiones imperiales.

Es necesario garantizar el cumplimiento y el goce pleno de todos los derechos humanos, incluyendo los económicos, sociales y culturales y entre ellos, uno igualmente esencial aunque no figure en los textos oficiales: el derecho a soñar. A soñar las utopías que se convertirán en realidades gracias a la lucha, al esfuerzo mancomunado de millones de mujeres y varones en todos los continentes, en cada región y aún en los espacios de convivencia cotidiana.


Segundo Camuratti

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