martes, 8 de marzo de 2011

La mujer y la cooperación

El 8 de marzo marca un día mas en la conmemoración del Día Internacional de la mujer, el homenaje siempre merecido y rendido que conlleva la necesidad de repetir, reflexiones críticas y autocríticas, sobre la participación de la mujer en la sociedad, y especialmente en las cooperativas.

Es por eso que vale recordar que a instancias de Clara Zetkin, el 8 de marzo fue instituido como Día Internacional de la Mujer, en la Conferencia de mujeres socialistas celebrada en Copenhague en 1910, es decir un siglo atrás. Respondía a un reclamo que venía de antes y era sostenido a través del tiempo por muchas mujeres luchadoras.

A propósito de ello, no se puede obviar mencionar el fuerte vínculo entre las primeras luchadoras y los antecedentes cooperativos. Aquellas mujeres luchaban contra el capitalismo y la opresión, no solo de género. Eran demandas por una mejor calidad de vida y de trabajo.

Eran batallas sostenidas en forma contemporánea al surgimiento y desarrollo de las entidades solidarias. Es que las cooperativas, también surgieron para intentar la construcción de otra sociedad en oposición a la explotación capitalista. Se proponía una organización económica no lucrativa y basada en la cooperación y la solidaridad.

Nos animamos a señalar que la lucha de aquellas mujeres y las de ahora, se hermanan en los propósitos de aquellas cooperativas y de las actuales, enroladas en un proyecto de transformación social.

Es común escuchar en nuestros días la reivindicación de la igualdad de derecho entre los géneros. Sin embargo todos sabemos de las inequidades de la vida cotidiana; no hace falta recurrir a la crónica periodística para recoger, asiduamente, los abusos que se cometen contra las mujeres en distintas partes del mundo. Existe una vulneración permanente de los derechos de las mujeres; si bien se puede afirmar que es un problema cultural que resulta muy difícil modificar, se hace imprescindible cambiar.

Pero veamos que ocurre en nuestro ámbito. El movimiento cooperativo, siempre se ha pronunciado por la más amplia participación de la mujer y sin embargo más allá de manifestaciones y discursos la realidad es que la participación de las mujeres es escasa.

Se puede decir que responde al problema cultural general y eso es cierto, pero existen desafíos que el propio movimiento debe superar, especialmente para aquellos que lo asumen como parte de una corriente específica del cooperativismo que pregona la transformación social.

Sigue siendo una asignatura pendiente y no alcanza con celebraciones, que como esta son muy importantes, pero que requieren de un compromiso mayor de cada una y de cada uno de los dirigentes del movimiento cooperativo.

En función de ello se hace importante convocar a las mujeres cooperativistas, a continuar su brega por una mayor participación integral en las entidades cooperativas, y a los hombres, decirles que deben contribuir a favorecer decididamente ese proceso marchando juntos detrás de ese objetivo. Ese es el mejor homenaje que les puede brindar la sociedad.

Segundo Camuratti

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