martes, 18 de mayo de 2010

Cooperativismo y Globalización - Final

“Cooperativismo, Globalización y problemas de desarrollo”

En sentido opuesto crece la convicción en la sociedad que resulta cada vez más necesario recurrir a políticas económicas que, además de buscar la ampliación de la base productiva contemplen la redistribución progresiva de los ingresos, no sólo por cuestiones de equidad, sino también como una forma concreta de impulsar el crecimiento económico.

En algunos países han surgido nuevos gobiernos que han comprendido esta necesidad, y, más allá de la estrategia económica global que cada uno se ha dado, han instalado como objetivo esencial el combate al hambre y a la pobreza.

La realidad económica recoge la necesidad de medidas urgentes tendientes a superar la complicada emergencia actual de un amplio sector de la sociedad, en el reconocimiento de que para lograrlo se requiere adoptar no sólo medidas inmediatas para mejorar significativamente la distribución del ingreso, sino también una modificación sustancial de todo el modelo económico.

Para transitar ese camino, es necesario delinear cambios en las actuales formas de acumulación y distribución, sin los cuales será imposible sostener el objetivo de eliminar la pobreza

En este contexto, no sólo no han sido resueltas, sino que se han agravado hasta límites preocupantes las situaciones de indigencia, marginación y exclusión social.

Justamente a causa de este agravamiento, declaramos que el cooperativismo hace posible, en una realidad que lo torna cada vez más necesario, el camino para la elevación del hombre en un contexto moral y de mensurable bienestar, en mérito al esfuerzo personal y colectivo, como resultado de la ayuda mutua, la educación, la justicia, la democracia y el progreso técnico al servicio de los ciudadanos, en tanto sujetos sociales y económicos, productores, usuarios y consumidores.

En las últimas décadas el papel del Estado y sus organismos adoleció, salvo contadas excepciones, de graves fallas como ineficiencia, corrupción, burocracia, sobre dimensionamiento, clientelismo y colusión con los intereses del poder económico. Son estas graves deficiencias que la ideología liberal, el denominado Pensamiento Único, utilizó para impulsar el desmantelamiento de ciertas áreas y regulaciones del Estado.

Esta ideología, que aún perdura en los sectores más derechizados de la sociedad, condujo a la aplicación de políticas de privatización y desregulación de las empresas y áreas potencialmente rentables, que profundizaron la concentración y extranjerización de la economía así como la injusta distribución del ingreso y el aumento del desempleo hasta niveles nunca antes conocidos en estos países.

Una de las bases de la propuesta para modificar esta situación es la creación de un amplio sector de la economía, que denominaremos “economía social”, cuyo accionar no sean los objetivos de lucro, sino los de satisfacción de las necesidades sociales, como alimentación, salud, educación, vivienda, cultura y esparcimiento.

Para que este sector de la economía social pueda alcanzar sus objetivos en forma eficiente y desprovista de todos los vicios que caracterizaron a los sectores públicos resulta crucial establecer mecanismos apropiados de participación y gestión popular.

La participación del pueblo no debe limitarse a las decisiones políticas sino también a la gestión de los recursos públicos, aquellos que pertenecen al conjunto de la comunidad, aunque para ello se haga necesario reformas constitucionales en algunos países.

Se hace indispensable, entonces, diseñar y poner en práctica las formas de gestión participativa y democrática que hagan posible utilizar los recursos que se generan en la economía en beneficio del universo social y, en particular, de quienes más lo necesitan por la crítica situación que atraviesan.
Segundo Camuratti


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