lunes, 31 de octubre de 2016

Mas de lo mismo


Este epígrafe no es nuevo porque otra veces lo pusimos para otros temas pero la marcha del país lo amerita volver a poner de nuevo sobre lo mismo; lo comentado actualmente por los empresarios que la corrupción es cultural cabe en todos los sentidos, en   el proceso  de la vida del país y también en el cooperativismo sucede así, porque en el acto cultural de los principios el imaginario individual olvida el quehacer solidario pensando solo en la renta que le da la subsistencia diaria para poder vivir, olvidando el factor colectivo del acto solidario.
Deberá pasar mucho tiempo para poder medir la pérdida cultural del país por el travestismo que genero la mal llamada década ganada, que arraso con todo en ansias de ejercer el predominio absoluto para convertirla en una monarquía antidiluviana.
Demás esta decir que cuando el manto del olvido pretende esconder elementos verdaderos entre bambalinas, cuando en su lugar las pasan por el arel desapercibido   para que no se vean muy sueltos de cuerpo hoy  dicen  yo no fui haciéndose el inocente.
Estamos cerca del año de la aparición de un nuevo modelo que aun no cuaja con lo que quiere o lo que no sabe ni le gusta hacer, que a veces navega a contramano de la corriente con sus dimes y diretes no insinuando el paso a dar para no alertar las consignas orientadoras de su acción, cuando no obedecen a las intenciones de lo que no quiere hacer. 
Una de las falencias del gobierno anterior fue destruir, si para que se entienda bien destruir, un movimiento cooperativo que gozaba de fama de ser fiel custodio del factor colectivo, encaramado en el quehacer solidario para desarrollar una franja importante, quizás  no unida como debería ser pero si consecuente y trabajadora como fue.
La cuña de ariete del organismo de dirección nacional del INAES, manejado por inescrupulosos artífices de la componenda política, que lo gobernó para coparlo ideológicamente y adaptarlo al proceso imperado en la década ganada,  con los subsidios fáciles del dinero extorsivo de la corrupción desatada fue el arma ideal  y letal de la corrupción para velar y avalar el sistema.
Hoy más que nunca se hace necesario debatir y trabajar en la difusión de las ideas, para lograr que estas se constituyan en el baluarte y el aporte del pensamiento del imaginario colectivo en el esclarecimiento sobre que modelo debe incorporar la sociedad para establecer el equilibrio social.
Debemos instalar en la conciencia el sentido de que los sectores populares sean quienes lideren los movimientos sociales –siempre los más que menos tienen- con instrumentos de transformación, es decir las ideas, reivindicando el hecho de asumir la modificación del actual sistema injusto y carente de equidad en la distribución de la riqueza, por otro más solidario.
Para disimular su condición, la intolerancia de los que niegan la transformación, fabrica argumentos cuando no los tiene para sostener al modelo, pero la historia enseña que se podrá atrasar el reloj pero no se puede impedir que el tiempo avance.
Los cooperadores no podemos de ninguna manera, aceptar esta realidad con resignación, como una fatalidad de la naturaleza o la antinomia del destino.
Se debe tener en claro algo que es inherente a la persona humana y que ni la revolución tecnológica ni el adelanto de la ciencia podrá reemplazar, a menos que este avance logre sustituir en todos los órdenes al individuo transformándolo en un robot; la solidaridad.
Damos por descontado que el sujeto solidario al cual nos referimos trasciende el acto cooperativo – ya de por si incluido- ingresando dentro del quehacer de los individuos en su comportamiento de la sociedad donde habita.
Para hacerlo más sencillo de comprender diríamos que debemos tener en cuenta que la solidaridad no es caridad, porque es muy frecuente comprobar que se confunden estas cualidades como sinónimos.
La solidaridad se encuadra en una acción recíproca, es dar para recibir, como un hecho propio del sentimiento humano tanto en lo material como en lo social. De la misma manera deducimos también que el trabajo, -elemento esencial en la producción de riqueza- es producto social. Por lo tanto desde distintas esferas y en múltiples actividades diferentes, todos trabajamos para el producto social.
Este producto social después va teniendo propietarios que se quedan con él y otros que se quedan sin nada, estos últimos son quienes luego de toda una vida de trabajo están en un alto porcentaje con su jubilación por debajo de la línea de pobreza junto a los restantes convertidos en indigentes o marginales, siendo éste el fenómeno más saliente de nuestra época.
Segundo Camuratti

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